¡Hey! ¿Quieres ir al mirador?

Todo inició cuando en una noche donde el aburrimiento me abrumaba y la única opción de entretenimiento era sentarse a comer frente a la televisión viendo series repetidas hasta caer dormido, sin embargo, todo estaba a punto de cambiar, pues el tan anhelado pitido de mi móvil me hizo activar mis sentidos de forma inmediata, algún plan había surgido y estaba dispuesto a aceptar gustosamente.

Al tomar mi celular había un mensaje de Luz, ella es mi mejor amiga de la infancia y mucho más que eso, es mi compañera, mi cómplice, mi hermana y hasta algunas veces mi psicóloga y orientadora. Aquella noche Luz y sus amigos habían planeado salir a un local, nada muy formal, al parecer ellos estaban en lo mismo que yo y pensaron que mejor era pasar el rato en grupo.

La cita era a las once de la noche en el bar; como aun tenia tempo de sobra, me metí a bañar con la calma que me caracteriza, me vestí de negro como siempre y me perfumé. Salí de casa casi a las diez y treinta, justo a tiempo para llegar a buena hora.

El inicio de una gran noche

Ya en la entrada del sitio donde me reuniría con Luz y sus amigos, vi a una morena que se disponía a entrar al local, no cruzamos palaba, sin embargo, la mirada penetrante me hizo concretar mi atención solo en verla a ella, quien lucía un hermoso cabello suelto, un minúsculo vestido rojo que dejaban casi al descubierto sus grandes senos, las ganas por seguirla me mataban, pero ahí seguía, esperando a mi grupo.

Pasados unos minutos llegó mi amiga con el resto de los chicos, todos muy agradables y listos para pasar una noche de copas y baile hasta el amanecer, nos dispusimos a entrar al sitio, el cual estaba a reventar. Tragos iban y venían mientras disfrutábamos de la buena música, pero de mi mente no podía sacar a la morena que había visto entrar. Lo abarrotado del sitio no me permitía encontrarla, desconocía si ella se había ido ya, aunque de igual modo echaba un ojo al lugar para intentar hallarla.

Un encuentro de impacto

Un rato después, cerca de las dos de la madrugada me dirigía al baño cuando de pronto me topé frente a ella, y si, era mucho más hermosa y exuberante de lo que había visto de lejos, realmente una mujer despampanante, ojos preciosos, labios carnosos, labios carnosos, sus tetas, ¡dios, sus tetas!, eran gigantes, y yo estaba deseoso de sumergirme en esas deliciosas redondeces morenas.

Creo que mi manera de verla me dejó en evidencia, pues segundos después de tenerla en frente ella me preguntó “¿te conozco?”; afortunadamente no sufro de pena alguna por lo que de inmediato le respondí que no, pero sin duda estaba dispuesto a conocerla y saber todo de ella.

Cuando pensé que no podía ser más perfecta, al escuchar mi respuesta sus carnosos labios dibujaron una sonrisa de picardía, ¡listo! Me sentía con el terreno más que ganado, la invité a tomar algo en la barra, ella aceptó sin chistar, ya en la barra comenzamos hablar como si nos conociéramos de mucho antes, solo había un detalle, mi mirada se enfocaba en un solo lugar, si, ok, ya dije que tenía unas tetas divinas, pero es que no podía distraer mi mirada, además, ella tampoco hacia mucho empeño en que yo prestara atención a otra cosa.

La confianza juega a mi favor

Mientras pasaba el rato más agradable se ponía nuestra conversación, más cercanos nos hacíamos, entre un tema y otro se colaban las tocadas en el brazo, el acercamiento, ya no éramos dos desconocidos hablando, ya estábamos escalando en lo que yo quería que terminara siendo una erótica noche.

En la medida que le preguntaba sobre que hacía en sus ratos libres ella no dejaba de mirarme la boca, se saboreaba sin disimular ni un poco, era claro que la temperatura para ambos iba en aumento y no queríamos que frenara, de un momento a otro la invité a un mirador relativamente cerca del local donde estábamos, nos montamos en mi carro, pero fue entonces cuando todo se descontroló.

Ella volteó y comenzó a besarme, su lengua recorría mi boca desesperadamente, y aunque sorprendido, pues no esperaba que fuese de esa manera yo respondí de inmediato. Los besos fueron subiendo de intensidad, pasaba mi lengua por su cuello y podía notar como ella se erizaba y dejaba escapar un gemido que me prendía, sus manos comenzaban a recorrer mi pecho dirigiéndose hacia mis caderas.

Mis manos un tanto inquietas invadían sus tetas que tanto las deseaba desde que la vi, las apretaba, tocaba sus pezones y ella solo gemía disfrutando de aquellas tocadas, en tanto su mano se posaba sobre mi pene que ya estaba firme, con gran destreza desabotonó mi pantalón bajó un poco y dejó mi polla al descubierto. Sin ánimos de ocultar la excitación que tenía en ese momento y olvidándome de que acababa de conocerla la tomé por la cabeza y la dirigí para que me lo chupara.

Que delicioso se sintió cuando sus labios entraron en contacto con mi glande, suavemente ella subía y bajaba haciendo un poco de presión procurando que el placer fuese más intenso, su legua me recorría sin parar, su saliva inundaba mi polla mientras lo chupaba como una experta, con su mano tomaba mis bolas en son de no dejar nada sin acariciar, era toda una diosa haciendo aquel oral que me estaba llevando al clímax y yo solo estaba ahí, dejándome llevar por la delicia de sus labios, que más allá de ser hermosos y carnosos, estaban haciendo un muy buen trabajo chupándome al punto de no poder resistir más.

El revoloteo de su lengua sobre el glande debo confesar que era mi parte favorita, era una delicia sentirla mover su lengua de un lado a otro, mientras que con su mano pajeaba el resto del pene. Ya no aguantaba más, y ella no daba señales de querer apartarse, por el contrario, mientras veía que yo estaba alcanzando mi punto más alto de placer ella continuaba con más dedicación, así fue que finalmente exploté llenando su deliciosa boca de mi leche, derramando un poco por ciertos lados de su mano, pero ella sin titubear lamió para limpiar diciendo “nada se puede desperdiciar”.

¡Qué manera de llegar al orgasmo! Aquella noche que pensaba que sería tranquila terminó siendo completamente placentera con mi nueva amiga, a quien por cierto, le encanto la vista en el mirador, ¡je,je,je!

 

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