Mi nombre es Adrián y comenzaré mi relato describiéndome, soy un hombre de 28 años de edad, tez morena, delgado, de 1,70 de alto, voy frecuentemente al gimnasio pero nada exagerado, me cuesta aumentar mi masa muscular, pero eso no me ha impedido ligar con demás personas, sin dejar a un lado te cuento que soy bisexual; cerca de mis 19 años comencé a mantener experiencias con ambos sexos y la verdad hasta ahora me ha ido muy bien; en cuando al preciado tesoro que tengo entre piernas, mide cerca de 18 centímetros, un tanto curvo y bastante grueso.
Vamos al punto
Pero lo que hoy te contaré va más allá de cómo soy físicamente, mi historia es de hace algunas semanas. Yo trabajo como encargado de un hotel, cubro el turno de nocturno; cerca de las 12 de la noche un cliente llegó; era un hombre bastante fornido, de 1,85 de altura aproximadamente, de piel blanca, ojos verdes y tenía un perfume que estremecía a cualquiera; en resumidas cuentas, un tipazo. Al pasar a la recepción no dudé en atenderlo, me dijo que su nombre era Fabián, comentaba que había llegado de visita a la ciudad.
Sin poder extender más la conversación, le entregué la llave de su habitación y le dije que cualquier cosa estaría a su orden, me puse muy nervioso al recibir como respuesta: ¿Cualquier cosa?; dejé escapar una sutil sonrisa y le respondí “Lo que desees”.
Mi mente quedó inquieta con aquel corto pero contundente cruce de palabras, comencé a fantasear con aquel semental, su delicioso aroma, además tenía una voz tan divina que no dejaba de retumbarme.
La llamada de la suerte
Pasado un rato, el teléfono de la recepción sonó y me di cuenta que la llamada era de la habitación de Fabián: ‘’Recepción, ¿en qué le puedo ayudar?’’, mis latidos se aceleraban, ya mi imaginación había divagado por suficiente rato intentando adivinar como era su cuerpo desnudo.
‘’Hola Adrián, mira tengo un problema en mi habitación puedes venir un momento’’, sentí como mis mejillas se sonrojaban de la alegría que tenía, quizás sería la oportunidad de algo, pero no quería sonar desesperado al teléfono: “Claro voy enseguida”.
Realmente ansioso subí apresuradamente a la habitación, toqué la puerta y abre Fabián tan solo vestido con una toalla y mojado, no salía de mi asombro, quedé atónito, el largo momento en que había fantaseado como se veía su cuerpo sin ropa se había convertido en una realidad, no me lo podía creer, como si hubiese pedido un deseo.
Pero a los pocos segundos reaccioné cuando le escuché decir: ‘’El calentador de la ducha no funciona puedes hacer algo?’’.
“Déjame ver qué puedo hacer”, fueron las únicas palabras que pude decir, ya todo lo que había imaginado se estaba mezclando con la realidad del momento, mi excitación se podía notar cada vez más pues mi pene estaba tieso, era casi imposible ocultarlo.
Estaba a explotar y él lo notaba
Respetando mi trabajo y sin hacer sentir incómodo al cliente, pasé derecho al baño a revisar el problema que tenía la ducha, para mi sorpresa esta no tenía nada malo, sin míralo le comento que no hay ningún percance y que puede utilizarla, pero mi sorpresa fue al salir del baño cuando lo encuentro sentado al borde de la cama piernas semi abiertas, dejando ver “algo” de lo que había entre sus piernas; y su respuesta para mí fue: “Lo sé solo quería un excusa para hacerte venir y no sentirme tan zorra, la verdad es que vine a ver a mi novio pero este me dejó solo aquí con ganas y él se fue con sus amigos a disfrutas, y yo esta noche también quiero disfrutar”.
Se puso de pie, se acercó a mí y sin pensarlo me beso apasionadamente, recorriendo toda mi boca con su lengua, mi respuesta hacia él fue inmediata, comencé a comerle los labios como si nos conociéramos de toda la vida. Estábamos tan pegados el uno del otro que Fabián ya podía sentir como estaba mi polla de erecta, desabroché rápidamente mi pantalón y deje libre mi miembro, sin más, aquel hombre de fuertes brazos tomó con firmeza mi pene para masturbarlo, pasados unos minutos de este delicioso preámbulo, se hincó frente a mí y comenzó a besar mi glande, cada vez aumentaba la pasión en el momento, yo estaba disfrutando cada caricia que Fabián me daba, lengüetazos iban y venían, metía mi polla en su boca y la chupaba vigorosamente, repentinamente paró con aquel delicioso sexo oral y me dijo: “Podemos continuar, pero antes, cierra la puerta”.
¡A disfrutar!
Asustado volteé y tal había sido la confusión del momento que habíamos dejado la puerta abierta, me apresuré a cerrarla; no sin antes cerciorarme de que el pasillo estaba vacío, ya nuevamente frente a él me tomó nuevamente por la cintura para llevarse mi polla a su boca.
¡Que divino! Aquella mamada aún no había acabado, y sin saber que apenas comenzaba, comencé a follarle su boca muy duro, escuchaba como se atragantaba, pero no me decía que parara esto me excitaba aún más. Antes de correrme me separé un poco para ayudarlo a levantar y acostarlo en la cama.
¡Ahora me toca a mí! Le dije al oído cuando ya estaba sobre él, comencé a besarlo, inicié con sus labios, pero mi misión era recorrer su cuerpo completo, bajé hacia su cuello, ese fue el punto en el que más me esmeré, sentí como su piel estaba erizada, quería mantener esa sensación en él por un buen rato, poco a poco fui bajando por su pecho, sé que es algo insistente, pero los rastros de su perfume aún quedaban impregnados en su piel y me tenía loco, al llegar a su abdomen jugué por un rato con su ombligo, pasaba mi lengua, parecía una serpiente recorriéndolo, introducía mi lengua al interior, esto le causaba cortos espasmos que me hacían saber lo mucho que lo estaba disfrutando.
Con mi mano izquierda agarré su pene que ya se había liberado de aquella toalla que medio le cubría, un tronco no tan grueso como el mío pero de venas brotadas que moría por llevarme a la boca, pero no había apuro, mi mano rodeaba su pene y bajaba y subía frenéticamente, al ver que Fabián estaba a reventar, dejé caer una gran cantidad de saliva en su miembro, eso me causaba mucho morbo, acto seguido, llevé su polla a mi boca sin pensarlo; hasta el fondo de mi garganta llegó a parar el pene del cliente del hotel, ya comenzaba a escuchar sus gemidos los cuales solo me hacían continuar con esa mamada. Noté como su miembro comenzó a hincharse y palpitar así que apreté los dedos para evitar que se corriera: “Tú te corres cuando yo desee”.
A dominarlo
Me puse encima de su cara y expuse mi ano a la altura de su boca; sin peros comenzó a chuparme y meterme su lengua como todo un experto, con una de mis manos tomaba su pelo para acercarlo un poco más, me excitaba muchísimo escuchar sus gemidos y la saliva en mi ano, no pude evitarlo y comencé a masturbarme, cuando ya sentía que me corría me bajé y acabé en su cara. Con mucho semen en su rostro se levantó y me besó en los labios.
Yo con el pene aún muy rígido, le escuché decir: “Soy muy limpio, así que no hay problema con que sigamos a pelo o tienes algún problema con ello”, y sin esperar respuesta se puso en cuatro dejando a mi vista su ano muy bien depilado, sin pensarlo comencé a chuparlo y dejar caer mi saliva para poder penetrarlo.
Fabián entre gemidos me dijo “Pensé que tendría una noche solo masturbándome, pero vi que te gusté y cuando subí en el ascensor me empecé a masturbarme mientras pensaba qué decir para que vinieras a mi cuarto a cogerme”.
Escucharlo decir eso me excitó muchísimo más así que me preparé para penetrarlo, suavemente comencé a meterlo para ir dilatándolo, el “entra y sale” era pausado, pero el comenzó a moverse y me pedía que le diera sin compasión, hice caso a sus deseos y lo metí hasta el fondo, un fuerte gemido dejó escapar aquel hermoso hombre.
Yo suponía que en otras habitaciones nos escuchaban, pero no dejé de bombearlo, ya yo no aguantaba más y gemía mientras agarraba las sabanas, frecuentemente lo sacaba todo y lo metía de golpe para escucharlo gritar de placer.
Me dijo: “Dejarme correrme, estoy a punto’’. Me detuve para que él se volteara boca arriba y colocara sus piernas en mis hombros, quería penetrarlo y ver su cara cuando el chorro de semen saliera de su pene.
Bombeaba fuerte y sin parar, solo veía su cara con una deliciosa expresión de placer, gemía y gritaba, cuando menos lo pensé su semen ya estaba bañando su abdomen y pecho. Aún con mi pene dentro de él, me dice: “No sé si salir mañana o quedarme en el hotel’’.
Fueron dos días de estadía de mi asombroso y delicioso Fabián, un par de días en el que disfrutamos entre gemidos, gritos y semen.