La cita pautada con mi doctor era a las 6:30 de la mañana. Tenía que revisar mi tensión porque estaba subiendo mucho y las medicinas no estaban haciendo efecto. Tal como lo acordamos, llegué a las 6:30. Siempre me había gustado mi cardiólogo, pero pues no me había atrevido a nada. Era como mi amor platónico o mi deseo nocturno. Con él me inventaba historias todas las noches, imaginaba que me follaba duro contra su escritorio, o que me montaba en sus piernas, lo veía follándome con bata de doctor.
En fin, llegué a la consulta, la secretaria no había llegado y me senté a esperar. No había nadie en el lugar. Luego llegaron dos pacientes más y se abrió la puerta del consultorio. Allí estaba mi cardiólogo preguntando quién había llegado primero y le dije de inmediato que me tocaba a mí, así que me hizo pasar.
Sorpresa explosiva
Nos saludamos como siempre, con mucho respeto, pero esta vez él me miraba distinto, sentí que desnudaba con la mirada. Yo ni me atrevía a mirarle de frente, estaba nerviosa. Bueno, nos saludamos, me preguntó que estaba sintiendo y luego que le expliqué lo que me pasaba me dijo que pasara al cuarto de chequeo. «Te quitas el vestido y te dejas nada más el brassier y la panty. Allí tienes una bata para que te cubras», me dijo.Yo estaba muy sexy vestida, tenía un vestido corto fucsia y una ropa interior de encajes.
Esta cita estaba pautada un día antes, y no sé por qué motivo yo me monté una historia lujuriosa en mi cabeza con el doctor. Estaba emocionada con verlo y pues me hice una película en la cabeza. De eso me acordé cuando me iba a empezar a quitar el vestido en el cuarto de chequeo. Me detuve, no me lo quité, esperé que llegara el doctor. El doctor entra a la sala de estudio y ve que estoy vestida, me pregunta por qué no me había quitado la ropa y me respuesta lo sorprendió: «Porque hoy quiero que usted me desvista». Lo dije con miedo, pero me arriesgué, incluso estaba dispuesta a que me echara a patadas de ahí, pero no lo hizo.
Primero puso una cara de asombro, era una sorpresa explosiva para él, y luego me dijo con los ojos saltones: «Con gusto la desvisto, mi paciente preferida».
La follada perfecta
El doctor me quitó toda la ropa, poco a poco. Primero el vestido, luego me quitó el sostén y después, para mi sorpresa, también me quitó la panty. Me dejó en pelotas frente a él. De repente me vino a dar un beso en la boca como desesperado y lo detuve. «Ya va, doctor, quiero que te desvistas suavemente rente a mí», le dije. La verdad los dos estábamos como poseídos por el Dios del deseo y la lujuria. Las ganas de comernos se olía en el ambiente.
Primero se quitó los pantalones, las medias, los calzones, por cierto tenía un pene divino, justo ideal para el tamaño de mi vagina, se quitó la bata y la camisa, me subió a la camilla y cuando me fue a besar otra vez le pedí que se pusiera la bata blanca, porque siempre lo había imaginado penetrándome con su bata de médico, eso me producía un morbo divino. Eso hizo, se puso la bata, me clavó un beso, luego de acercó a mi oído y me dijo: «Te voy a penetrar porque siempre he querido hacerlo». Tocó mi vagina y se dio cuenta que estaba súper lubricada, igual escribió en su mano, se frotó el pene y me lo metió. Un suspiro me invadió y casi acabo nada más al meterlo. Varias envestidas me lanzó y mis gemidos lo volvían loco.
El orgasmo soñado
Miles de noches había soñado con que mi cardiólogo me follara y me hiciera tener un orgasmo con su bata puesta. Pues ese sueño hoy se hacía realidad. Me le corrí con su bata puesta, le llené el pene de mis fluidos, aquello eran mares de mí que se iban colando por la camilla hasta caer en el piso. «Eso, vente rico, mi reina, mi paciente cachonda, yo sabía que siempre habías deseado esto», decía mientras me seguía follando.
De pronto le dije que me sacara su miembro porque me quería masturbar y que me viera, esa, junto a hacer un masaje con final feliz, era otra de mis fantasías. Nos olvidamos de los pacientes afuera, de los exámenes y hasta de mi corazón, que estaba más caliente que el de un toro. Me empecé a masturbar y le pedí que me viera. Eso hizo, pero mientras me miraba, se tocaba su sexo, me seguí tocando y le regalé otro orgasmo.
«Córrete en mi boca, por favor»
La cosa no terminó ahí. Me fui a chuparle la polla. «Quiero que te corras en mi boca, por favor», le supliqué deseosa y súper caliente. Le lamí los cojones, yo estaba arrodillada a sus pies y el me sostenía la cabeza, me alaba el cabello. Qué escena tan porno, nunca la iba a olvidar. Le pasé mi lengua por la cabeza del pene, le recorrí entero todo su sexo y después me lo metí todo en la boca. Aquel hombre estaba echo un mar de deseo, gemía, se movía y me decía que era la mejor mamada que le habían dado. Sigue, sigue, no pares».
Entre una mamada y otra, yo me seguía tocando y me corrí un par de veces más. Su pene se ponía más rojo y más grueso, aquello iba a explotar de tanto deseo. Me hacía parar de vez en cuando porque no quería correrse de una vez, quería gozar mi boca por mucho tiempo. «Esa boquita me tiene loco, puta», decía cuando el deseo lo dejaba hablar.
Yo chupaba de arriba a abajo, impaciente, me lo metía todo, aceleraba los movimientos de mi cabeza, paraba, jugaba con sus cojones, los agarraba con las manos, los chupaba, luego otra vez me metía su pene en la boca, le lamía la punta, le daba vueltas a mi lengua y me lo volvía a meter en la boca hasta que ya me dijo que no aguantaba más y se corrió en mi boca. «Ahí tienes tu leche, guarra». Y sí, me la tragué toda, se chorreaba por mis labios porque era mucha, pero me la tragaba, me saboreaba su semen.
Se tumbó en la camilla, yo me fui vistiendo poco a poco, me lavé la boca y salí de la consulta diciéndole: «Gracias doctor, mi corazón está mejor que nunca. Nos vemos pronto». Tengo ya más de 6 meses que no sé de él, pero es posible que pronto me pida otra cita.