Noche de encuento lésbico

Las cosas a veces suelen suceder así, de la manera más inesperada o pensada. Hacemos planes que al final no se dan y cuando más queremos algo, quizás no llega suceder. Sin embargo, esa noche al parecer todo estaba para que las cosas se dieran.

El día había sido estresante. Había peleado con mi novio, porque creo que tiene una aventura en el trabajo, que no termina de aceptar. El auto se me había accidentado, tuve una discusión en casa y luego en el trabajo.

Las deudas acumuladas, la tensión del día a día, el desamor, me tenían tan ofuscada y frustrada, que todo mi cuerpo evidenciaba una gran pesadez y tristeza; claramente ya estaba apunto de estallar. Las amistades con quienes solía compartir mis sentimientos no estaban, o al menos eso pensaba. Todos en sus enrolladas vidas de adultos.

Fumando un cigarrillo en el porche de la casa, bajo un clima súper húmedo, frío, con el alma destrozada, de pronto se detuvo un carro, bajaron el vidrio y gritan: ¡Carolina!; wao grata sorpresa, era mi amiga de la universidad, mi confidente de toda la vida, que había llegado de forma improvista y en el momento propicio para salvarme, así como tantas veces, como cómplices lo hicimos en el pasado.

Busqué enseguida las llaves para abrir la puerta, yo estaba en fachas de pijama con un short súper corto, casi cachetero y una franelilla sin sostén; sequé mis lágrimas y las traté de disimular con un lavado de cara y un rápido maquillaje.

La saludé con un enorme abrazo y beso, con la expresión de siempre: ¡Hola amiga querida!, que sorpresa más grande; ¿cuándo llegaste Ana, ¿por qué no me habías llamado?, ¿por qué no me llamaste para recibirte en el aeropuerto?; la invadí de tantas preguntas, al tiempo que ella en silencio sólo me observó. Me quedó viendo tan fijamente, que enseguida logró notar mi cara de depresión y me dijo: vístete o quédate así, nos vamos a beber.

No sabía qué decirle, en realidad no quería pasar la noche llorando de pena y dolor. Bajé mi cara y quedé en silencio, tratando de ver qué podía hacer o qué debía decir, en realidad no sabía como contener mi llanto. Ella volvió a decirme: anda a cambiarte y vámonos de aquí. Le pregunté a dónde y simplemente me dijo a ser felices.

Entré a cambiarme y no se en qué momento se vino detrás de mi. Yo estaba en la habitación ya sin camisa, Ana entró de sorpresa mientras estaba desnuda. Me volvió a abrazar tan fuerte, con tanto cariño, que me volví a desvanecer en sus brazos.

Mis pechos desnudos se tensaron, mi piel se erizó completamente, como aquella vez en la universidad, cuando en una ocasión muy tomadas nos bañamos juntas y fue inevitable enjabonarnos, para terminar besándonos y haciendo el amor. Todas imágenes volvieron en ese instante a mi cabeza.

Ella tomó mi barbilla, me acarició la cara, secó mis lágrimas y volvió a abrazarme muy fuerte y a pegarme a su pecho. Me acariciaba la espalda con tanta ternura y amor, que en un abrir y cerrar de ojos, nos estábamos besando en la boca. Un beso tan apasionado que me dejé llevar.

Mientras me acariciaba todo el cuerpo, sentía miles y miles de cosas. Ya mi vagina estaba totalmente húmeda; tenía más de un mes sin tener relaciones y sin sentirme querida. Ana vino para salvarme y así lo sentí.

Nos seguimos besando, hasta que me empujó para acostarme en la cama, me quitó el short, mientras seguíamos bajo un sexy encuentro de caricias y besos. Poco a poco comenzó a desnudarse. El ver su cuerpo esbelto, con sus firmes y grandes senos, realmente me excitó más de lo que podía imaginar, estaba súper eufórica por la necesidad de hacer el amor con ella.

Completamente desnudas se tiró encima de mi. Creo que tenía como cuatro u ocho manos, porque la sentía en todo mi cuerpo. Unas caricias súper sutiles y a la vez sexys, que me mantenían erizada de pies a cabeza, bajo un juego de satisfacción total.

Me besó los senos como nunca lo había sentido. Tomó mis pezones, los chupaba y lamía. También metía sus manos en mi vagina, con unos movimientos circulares tanto por fuera en mi entre pierna, como por la zona del clítoris.

Por largo rato siguió en ese juego. Yo apenas respondía a los estímulos. Estaba encantada de que me hiciera suya. Por un momento intenté hablar y ella me cayó a besos y a más abrazos, caricias. En realidad, en ese momento las palabras estaban demás, ambas lo estábamos disfrutando y mucho.

Besos intensos

Al terminar con mis senos, bajó entre varios besos por mi cintura, ombligo, hasta posarse en todo el frente de mi vulva. Me respiraba, la tocaba con su lengua y volvía a subir, me tenía bajo una desesperación, porque por mi cabeza solo pasaba la necesidad de que me la chupara toda.

El juego de seducirme se paró cuando finalmente con mi mano la centré para que me chupara por fin completamente la vagina, respondiendo agarrando mis nalgas y prácticamente comiéndome entera.

Yo no dejaba de gritar y gemir. Estaba completamente excitada, Ana sabía muy bien cómo hacer una buena mamada de vulva. La soplaba, movía su boca y lengua hacia delante y hacia atrás, en forma de círculos, para la derecha como a la izquierda, sin dejar de tocar mis nalgas y mis senos.

Así pasó un buen rato, hasta que me vine, mientras ella seguía besándome. Por varios momentos traté de levantar su cara, sin embargo, no desistió en su afán de darme placer, hasta que decidió parar con los besos, para montarse encima de mí en forma de tijera, chocando nuestras vulvas, ambas totalmente excitadas y mojadas.

El juego se volvió un poco más rudo. Ambas deseosas, sudadas, nuestros cuerpos se deslizaban muy fácilmente, lo cual era todavía más excitante. Pegadas y dándonos con todo. Nuestras vaginas parecían una sola.

Ana siempre fue la dominante, pero a la par con gran habilidad para mantenerme deseosa de que no se acabara el sexo.

Quería más y más. Cambiamos de posiciones, volvía a besarme por todos lados y regresaba a penetrarme con su vagina, así pasamos un buen rato, hasta que finalmente, llegamos casi que ambas a la vez.

Fue un momento único. Las palabras sobraron, no teníamos que explicarnos nada; la confianza, el amor se hicieron presente y prevalecieron por encima de cualquier cosa. Y así nos quedamos abrazadas y agotadas de haber follado toda lo noche.

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