Las manos de Lorena

Samanta tenía cita con una nueva masajista. Desde hace tiempo iba a un centro especial para tratar de disminuir sus dolencias en la espalda. Era deportista, con un cuerpo envidiable, moreno de llevar sol, y las contracturas musculares siempre estaban ahí, molestando.

El centro donde siempre asistía decidió cerrar por tiempo indefinido y Samanta contactó a Lorena, una masajista que le recomendó una amiga. “Te va a fascinar, tiene unas manos explosivas, de verdad vas a alucinar”, le dijo su amiga.

Confiada en la recomendación, Samanta acordó el momento del encuentro y dos semanas después estaba allí, justo en el lugar que le indicó Lorena. Un apartamento tipo estudio con un letrero en la puerta que decía: “Mis manos te sanan y te salvan”.

“Pase adelante”

Luego de tocar el timbre un par de veces, la puerta se abrió y allí estaba la masajista, Lorena, una chica divinamente perfumada, con unos senos grandes y bien puestos. Estaba vestida con una bata de enfermera un tanto transparentosa, de hecho se podían notar sus pezones parados por el frío del piso. “Pase adelante”, le dijo Lorena a su paciente. Inmediatamente Lorena le explicó a Sami que debía quitarse toda la ropa y tumbarse en la camilla que estaba justo en el salón. Se ve que era un piso solo para esos encuentros “relajantes”.

Samanta ya estaba acostumbrada y se puso cómoda, dejó sus cosas en una mesa dispuesta para colocar carteras y sacos. Se desvistió y se tumbó en la camilla boca abajo, tal como le indicó Lorena. Ya lista para iniciar la sesión, Lorena entró al salón, encendió unas velas aromáticas para calentar el ambiente y tomó un aceite de vainilla para dar su masaje relajante. “Me has dicho que has venido con una contractura muscular en tu espalda”, le dijo a Samanta mientras le untaba el aceite desde los hombros hasta el coxis, muy cerca de su culo.

-Sí, he venido por mis dolores en la espalda. Mis entrenamientos de atletismo me dejan molida y me han dicho que tus manos son alucinantes.

-Ya lo comprobarás tú misma, le respondió Lorena. “Ahora cierra los ojos y disfruta”, agregó la masajista tetona.

Manos en acción

Menos mal que Sami no podía ver la cara de Lorena porque realmente el cuerpo de la chica la puso cachonda a niveles de como si volviera a los tiempos del instituto. Lorena era una lesbiana morbosa, llena de lujuria y al ver el cuerpo de aquella atleta comenzó a salivar. Comenzó frotando con deseo los hombros de Samanta, bastante tensos. Tocaba su cuello, bajaba sus manos por toda la columna y cuando estaba a punto de llegar a sus nalgas volvía a subir. Luego frotaba a los lados de sus costillas tratando de rozar con delicadeza los lados de los pechos de Samanta, quien ya comenzaba a tener la piel erizada. Le estaba gustando. “La verdad que esta mujer tiene unas manos que encienden”, pensó Sami pero no lo dijo.

Así pasaron unos diez minutos, manos para arriba, manos para abajo, aquello era un amasar erótico en todo su descaro. U con cada untada de aceite Lorena más se calentaba con las curvas de Samanta.

Pasando la raya

Lorena estaba decidida a disfrutar el cuerpo de Samanta, a sacarle un orgasmo a como diera lugar, quería ver a la chica gemir y revolcarse de placer con sus caricias. Lorena, mientras le daba masajes a Sami, imaginaba su lengua en el clítoris de la deportista. “Quiero que se corra con mi lengua”, pensaba.

Para lograr su objetivo comenzó a soltar sus manos. Para justificar sus nuevos toques le dijo a la paciente que debía masajear todo su cuerpo para lograr una relajación integral. Sami no se opuso. “Adelante”, le dijo.

Sin miedo a nada y con el coño empapado de deseo, Lorena comenzó a tocar los pies de Sami, con una mano el derecho, con la otra el izquierdo, luego subió por sus piernas y llegó a los muslos. Samanta no podía disimular el gusto que sentía, trataba, pero no podía, su cuerpo comenzaba a estremecerse, a moverse sutilmente como cuando una mujer desea ser penetrada. Lorena notó esos movimientos y le agarró las nalgas, hacía masaje circulares en ella, tratando de hacer ver que era un masaje de relajación y sin medirse saboreó con sus dedos la entrepierna de Sami, y al ver que Sami levantó sus caderas, Lorena no dudó en tocarle el coño y luego subir hasta su ano. Aquello era una fiesta de respiraciones fuertes, sudores, aceites y muchos fluidos.

Samanta no aguantaba, le encantaban las caricias fogosas de Lorena, gemía, ya sin control, quería más y más. Sin pensarlo dos veces se volteó y le pido a Lorena que la besara. La masajista, obediente, se acercó a su boca y mezclaron sus lenguas. Mientras el beso se prendía, Lore no dejaba de tocar el clítoris de Sami, suave, muy suave.

Sin pudor alguno –ya había desaparecido hace rato- Lorena besó los pezones duros de su paciente, los lamió, los mordía con suavidad y bajó hasta el coño de Samanta. Lamió como una perra, deseaba sentirlo, oler el coño de esa deportista divina, mientras lo lamía la penetró con sus dedos y Samanta se estremecía. “Me vas a hacer correr”, le dijo a Lorena. Eso excitó más a la masajista y lamió el clítoris como nunca lo había hecho, lo estaba comiendo con gusto, con suavidad, justo tocando donde a Sami le gustaba y entre lengua y dedos, la deportista se vino en la boca de Lorena, completica, la empapó con sus fluidos, con su leche vaginal.

Pero ese fuego lésbico que se encendió en Samanta no acabó ahí. La chica se sentó y le arrancó la bata a Lorena, la desnudó y comenzó a besar las tetas gigantes de su masajista lesbiana. Era la primera vez que hacía algo así y jamás pensó que una mujer la haría poner tan cachonda.

Sami recordó cada caricia en su coño y comenzó a tocar igual a Lorena, quien estaba encendida, deseosa de correrse también. Sami la besaba, se daban lengua las dos, y seguía masturbando a la masajista con deseo hasta que le dijo al oído: “Lore, córrete en mi mano, quiero sentir como tu coño se hincha”, dijo la Samanta irreconocible.

Lorena obedeció, desde hace rato tenía ese orgasmo en la punta de su clítoris y se vino con todo, de dejó caer sobre Sami, quien después lamió sus dedos llenos de los fluidos de Lorena. Al final se miraron, se besaron, se rieron y estuvieron una hora más jugando con sus pasiones lésbicas. Las citas se repitieron por mucho tiempo más tanto en el gabinete de Lorena, como en la peluquería de la deportista. Las manos de Lorena encantaron a la deportista.

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