Un par de amigas y yo estábamos un sábado en la tarde intentando decidir qué haríamos esa noche.
Mientras que una quería una aburrida salida al cine, la otra quería ir a tomar algo y mi deseo también era salir a ver qué ligaba. Hacía apenas unas semanas mi novio y yo habíamos terminado, así que tenía una energía casi incontrolable que deseaba descargar.
Entre el debate de qué ponernos para vernos hermosas y aparentar más de los 19 años que teníamos; acordamos ir a la disco de moda; yo sabía que sería buena idea ir a bailar con amigas, tomar algo y tal vez pase algo más.
Ya listas para salir sabíamos que nos veíamos “regias”; yo me sentía hermosa; recuerdo haberme puesto botas hasta la rodilla, color negro, blusa dorada y una minifalda que casi se me veía el culo, en líneas generales todas estábamos divinas; hermosas curvas, mucho maquillaje y demasiada actitud.
Una vuelta para ver qué hay de bueno
A la medianoche llegamos al local; había música alta y bastante gente, decidimos tomar cervezas para calmar el calor. Después de un rato decidí dejar a mis amigas para dar una vuelta en el sitio a ver qué podía encontrar.
Tras caminar un poco y rechazar algunas invitaciones a bailar, me frené en la barra, al voltear a mi derecha vi a un chico que no disimulaba que yo le había gustado, su mirada estaba puesta en mí. Me hice la que no le di importancia, pasados unos minutos este atractivo hombre, de unos 25 años de edad, como de 1,80 de estatura, ligeramente fondón, pero con un rostro precioso, se acercó y me invitó a bailar.
No puedo dejar pasar la oportunidad
Ahí estaba yo, embobada viéndolo sin responder; pasados unos segundos acepté la invitación y nos fuimos hacia el centro de la pista; en el camino me dijo que su nombre era Gustavo. La música en el sitio era demasiado alta lo que nos impedía escucharnos, así que no pude hablar mucho con él, solo sabía su nombre. Ya en la pista bailamos un ritmo frenético, pero por suerte e DJ cambió de música, acompañando con luces que casi quedamos a oscuras.
Fue evidente la química que nos conectó; bailamos casi abrazados un par de piezas, unos cuantos besos en el cuello pude recibir de su parte, no quería que parara, tal vez había encontrado lo que había salido a buscar esa noche.
Mis pezones duros para Gustavo
Apretados bailando en el centro del salón, con el ambiente propicio, pude sentir como me rozaba su polla en mi concha, lo que llegaba a excitarme muchísimo.
Cuando Gustavo notó que no me incomodaban sus caricias mientras bailábamos sus dedos comenzaron a recorrer mis curvas como si intentara dibujarme, hasta llegar a mis pezones, por encima de mi ropa él podía notar lo duros que estaban, con suavidad pasaba su mano completa por mis senos aprovechando que la luz en el sitio era escasa.
Mis hormonas alborotadas me tenían en un nivel de excitación incontrolable, el calor desbordante en mi cuerpo. El escote de mi blusa ayudó a que sus manos traspasaran la barrera de tela que había entre mis tetas y su mano, así que comenzó a acariciarme con más lujuria.
Por miedo de que alguien notara lo que entre los dos estaba sucediendo pude contener la calma, pero el deseo de que sus manos recorrieran mas allá de mis senos, era insoportable.
Sus dedos jugando al escondite
Mientras bailábamos un ritmo lento fue deslizando su otra mano desde mi espalda hacia mi culo, ya les había dicho que la minifalda que llevaba puesta era lo suficientemente corta que casi se podían notar mis nalgas, sus dedos lograron esconderse debajo de la tela comenzando a tocar con suavidad mi redondez, para continuar introduciendo sus dedos en mi culo, puse algo de resistencia, pero la excitación que tenía me obligaba a ceder ante el toqueteo.
Mi sexo estaba completamente mojado, mis jugos estaban humedeciendo los dedos de Gustavo, y el continuaba metiendo sus dedos en mi culo virgen.
Mis piernas ya no soportaban más, sentía que me doblaba, tuve que apoyarme en él para no caerme y no acabar el juego en corrida en ese mismo instante.
Aunque me dolía un poco la penetración de su dedo en mi ano, tenía cierta satisfacción, había algo en ese dolor que me agradaba, yo estaba súper caliente y lubricada; el solo sentir sus dedos en la profundidad de m culo entrando y saliendo estaban produciéndome un orgasmo increíble.
Deseaba gritar, gemir, pero no podía, así que estampé un largo beso en los labios de mi bailarín mientras mi sexo chorreaba.
No quería que acabara todo ahí así que le propuse ir a otro lado, me despedí de mis amigas y salí con él hacia su vehículo, manejó hacia un parque cercano y se estacionó, nos pasamos al asiento trasero el cual no sería tan cómodo, pero era perfecto para calmar el deseo que ambos nos teníamos.
Si los automóviles hablaran…
Mi adrenalina estaba a mil por ciento, cada vez más excitada y con mi entrepierna completamente mojada; escuché a Gustavo decir que terminaría lo que había empezado.
El desabrochó y bajó sus pantalones y dejó al descubierto su verga, tan dura y de venas brotadas, delicioso manjar que ya quería devorar.
Con cuidado quitó mi ropa íntima y me sentó sobre él dándole la espalda, comenzó a masajearme el cuerpo, luego de tocar mis tetas, pasó hacia mi espalda y bajó derechito hacia mi ano.
Metía uno, dos, tres dedos, despacio para que yo disfrutara cada movimiento que él daba, comencé a moverme frenéticamente al compás de su mano, ya estaba suplicando ser penetrada por su rica y dura polla.
Al verme en ese estado de excitación fue metiendo su pene poco a poco, sentía como mi culo se abría para dar paso a aquel tronco venoso que deseaba tener dentro desde hacía un rato, el dolor agudo era inevitable pero las ganas eran mayores así que me fui relajando hasta sentirme cada vez más cómoda, Gustavo comenzó a mover su pelvis en círculos, tal cosa me llevó a gemir descontroladamente, entre el dolor, placer y la excitación que sentí me volvía loca.
El deseo que yo abrigaba era tal que ya la situación no era controlada por él, no, ahora la que se movía era yo, deseaba que me partiera el culo, deseaba tener un orgasmo aún más intenso de los que ya había alcanzado en la discoteca, mis caderas mantenían un movimiento rítmico que ambos disfrutábamos, escuchaba su respiración, jadeos.
Sus manos que yacían en mis caderas las conduje hasta mi vagina, quería que con sus dedos penetrara mi concha, tocara mi clítoris, toda una fiesta de placer; la intensidad con la que nos estábamos comiendo me hacía hervir.
Mientras entraba y salía sentía como las paredes de mi ano apretaban fuerte como si no lo quisiera dejar escapar, estaba caliente, ya no podía aguantar más, un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo y cuando ya no pude contenerme más me corrí, al mismo tiempo Gustavo también bombeo toda su leche caliente dentro de mi culo.
Un par de minutos esperamos y cuando su verga ya estaba un poco flácida la sacó, así que quedé chorreando toda la leche que había descargado dentro de mí.
No quiero que termine todo aquí
Me baje de él, casi de inmediato me agache para chupársela, besé su pene húmedo por unos minutos, no me quería despegar, estaba poniéndose de nuevo tan duro, era riquísimo, como comerse una paleta helada, pasaba mi lengua de arriba hacia abajo, chupaba su rosado glande, lo lamia, cada vez poniéndose más y más erecto,
Yo toda excitada no aguante y me volví a sentar encima de él, para que me penetrara en la vagina, la cual tenía hirviendo, me dio duro, sin compasión, pero me encantaba, sentir como su verga entraba y salida dentro de mí; era delicioso, en medio de la intensidad, del toqueteo, los besos y el sexo desenfrenado ambos nos corrimos de nuevo.
Tras reponernos, nos vestimos y me llevó hasta mi casa, no sin antes prometer que lo ocurrido se repetiría nuevamente.