Ana la lesbiana

He estado saliendo con una mujer llamada Ana y aunque no es una belleza, me excita muchísimo.

La primera impresión

Cuando la conocí ella hablaba con acento alemán, ¡tenía la voz tan suave que me empapé! Me preguntó algo, pero yo estaba tan excitada que no oí ni una palabra de lo que me decía. Al ver que no contestaba, me preguntó si me pasaba algo y yo respondí directamente:

– ¡Estoy muy aturdida!.

No era la respuesta más apropiada, sobre todo la primera vez que nos veíamos, pero eso sirvió para que entabláramos conversación con mucha facilidad.

Al salir un día de un club social al que vamos las dos, Ana tan natural como una amiga cualquiera, se ofrece a llevarme a casa. Yo llevo toda la tarde fantaseando con ella y me apresuro a aceptar.

La chispa del inicio

En el coche mantenemos una conversación superficial hablando del tiempo, de lo bien que ha ido la reunión y, finalmente, ella lleva la conversación a niveles más profundos al comentar que es muy desgraciada en su relación de pareja actual. Yo le digo que también tengo problemas con la mía. Pasamos junto a un restaurante y, aunque estamos cerca de mi casa, ella sugiere que paremos a tomar un café.

El lugar está atestado y como las paredes oyen, nos marchamos hacia mi casa. Cuando ella lo ha sugerido, a mí se me ha acelerado el corazón, pero intento aparentar calma y tranquilidad, sin mostrar ningún signo externo de la pasión de lesbiana que siento por ella.

Sin más dilación

Cuando llegamos a mi apartamento, sintonizo una emisora de música clásica, en la que, por suerte, están poniendo música romántica con muchos violines. Yo le digo que se ponga cómoda y le ofrezco un café. Ella acepta.

Seguimos hablando de los problemas que tenemos con nuestras parejas hasta que, cansadas del tema, le pregunto si alguna vez ha tenido una aventura lesbiana con una mujer. Ella me responde que no. Entonces le pregunto si ha pensado en tener una. Ella, a su vez, me pregunta:

– ¿Contigo?

Y yo respondo acercándome a ella, tocándole la mejilla y besándola en los labios, con toda la pasión de que soy capaz. Cuando me aparto, parece sorprendida; así que no dudo en decir:

– Ana te deseo con todas mis fuerzas.

Y vuelvo a besarla, esta vez rodeándola con los brazos y estrechándola contra mi. Para mi alegría, ella me besa a su vez y pronto estoy sobre ella, besándole las mejillas, la frente y mordisqueándole la oreja, metiéndole la lengua hasta que ella sugiere que nos pongamos más cómodas y eróticas.

Primero orgasmo

La cojo de la mano y la llevo al dormitorio. Tumbadas sobre la cama, nos acariciamos durante una eternidad, totalmente vestidas. Ella me acaricia ligeramente el cuello con la cara y yo me corro presionando la entrepierna contra sus muslos y gimiendo. Entonces me chupa las orejas, metiendo y sacando la lengua suavemente, como un pene en una vagina o un delicado vibrador.

Segunda corrida

Yo me corro otra vez, esto a ella le parece increíble, lo sensibles que tengo el cuello y las orejas.

Me doy cuenta de que la estoy descuidando, me pongo sobre ella, lamiéndola hasta la hendidura entre los pechos. Por dentro y en torno al sujetador. No puedo soportarlo más y le desabrocho la blusa rápidamente y le abro el sujetador con un rápido movimiento. Entierro la cara en sus suculento pecho lamiendo y chupando con fuerza, y ella empieza a gemir.

Le junto los pechos, suavemente, para no hacerle daño y los lamo de lado a lado, chupando los dos pezones a la vez. Ella se agita y frota la entrepierna contra el muslo que tengo entre sus piernas, empapado en sus jugos, Le quito los vaqueros y las bragas, le separo las piernas y respiro suavemente junto a su clítoris.

Primer orgasmo de ella

Luego se lo lamo con la punta de la lengua. Ella se agita arriba y abajo y yo le agarro las caderas, sin perder nunca contacto con su fruta de la pasión. Ahora respira en rápidos “ Oh, oh, oh,…” mientras yo aumento la velocidad pero no la ligera presión y pronto tengo la cara empapada con lo que ella me da.

Segunda llegada de ella

Sigo lamiendo, desviándome ocasionalmente hacia los labios y cuando ella baja las manos para atraerme dice “Oh, Dios mío no puedo creerlo” y se corre otra vez.

Finalmente, exhaustas las dos, acerco mi cara todavía empapada en sus jugos, a su cara y nos besamos, Nos dormimos satisfechas, abrazadas.

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