Una noche de «amigas»

Ana me invitó a su casa esa noche, me dijo que sería una noche de amigas, y yo, ni corta ni perezosa, le dije que sí porque me gustaba mucho estar entre coños. Ana era lesbiana como yo, así que sabía que me encantaría estar en esa reunión de chicas. A lo mejor podía ligarme alguna, tipo cumpleaños, aunque ya Anda me advirtió que me comportara porque eran sus amigas del trabajo y no sabía cómo era la movida con ellas.

Lista para la noche

Me encantaba la idea de estar rodeada de coños olorosos esa noche, pero lo mejor de todo es que eran culos nuevos, chicas que no conocía, a veces es aburrido follar siempre con la misma chica. El coño de Ana ya me lo conocía de memoria y la verdad es que tenía tiempo sin saborear uno. Estaba deseosa, excitada, quería follar esa noche, pero además follarme a una hetero, convencerla de que no hay lengua mejor que la mía.

Me puse divina, me rasuré por todas partes, me bañé en un perfume bien rico y me vestí con ropa interior negra transparente. Mis pezones estaban bien calientes, tanto como mi clítoris. Cuando tienes tanto tiempo sin follar hasta el roce de la ropa de hace mojarte. Así estaba cuando llegué a casa de Ana, empapada en el coño y cuando entré y vi a esas chicas de cabello largo, bellas y con cara de putas pues más mala me puse. Era como estar en el paraíso.

A quitarse la ropa

Me presenté con las amigas de Anita, todas muy simpáticas y agradable. Me serví un trago y le puse el ojo a una que la verdad me volvió loca. Era una chica de piel morena clara, tenía un cabello castaño por los hombros y tenía puesto un body transparente con un brassier bien sexy, de estos que puedes notar la sombra de los pezones. No saben cómo me costó dejar de mirarle las tetas, disimular mis ganas de chuparla, de arrancarle la ropa y follármela ahí, delante de todas las demás. Que se prendiera una orgía de coños y tetas.

Comenzamos a jugar a adivinar películas y pues por cada equivocación debíamos quitarnos una prenda de ropa. Entre trago y risas, quedamos casi todas en ropa interior. Hablamos de todo un poco esa noche y yo aproveché para compartir especialmente con mi morena clara, Claudia se llamaba.

Ya como a eso de las 3 de la mañana Claudia estaba bien pasada de tragos, bailaba, se acariciaba el cuerpo mientras movía sus curvas, su carne, sus tetas, y lo que no sabía ella era que ya mi estado de excitación era bárbaro. Me la quería comer entera.

El primer paso hacia su coño

Mientras la veía bailar, Claudia me extendió la mano y me invitó a bailar con ella. ¿Qué hice? Pues pararme y seguirle el compás. Nos abrazamos, ella inocente de mi lesbianismo, y yo con las manos inquietas la agarré por la cintura y me meneaba a su ritmo.

Sin pensar en nadie y mientras Ana se daba unos besos con dos de sus amigas que estaban allí, le acerqué mi boca al cuello. Claudia de pronto paró, se sorprendió, no se esperaba eso. Me asusté, pero de pronto se me acercó al oído y me dijo: “Vuelve a rozar mi cuello con tus labios, sentí algo rico. No soy lesbiana, pero me gustó. Hazlo de nuevo por favor, a ver qué pasa”.

Así lo hice, pero esta vez no solo la rocé con mis labios, sino que le pasé mi lengua muy suavemente por detrás de la oreja, le recogí el cabello y le lamí el cuello con mucha delicadeza y pude escuchar un gemido tenue, casi imperceptible. De ahí a su coño, sería muy fácil, pensé a mis adentros.

Seguimos bailando mientras jugábamos a excitarnos. Yo fui más atrevida y me quité el brassier, ahí delante de todas, no me importaba. Tomé las manos de Claudia y la puse sobre mis tetas, tócame los pezones, le dije. Siente como están duros por ti. Quiso quitar las manos, pero una fuerza más grande que ella hacía que se dejara llevar, toda esa locura sexual le estaba gustando. Tanto le gustaba que me imitó y también se quitó el sostén. Las dos nos quedamos en bragas.

Aquí Claudia se puso más guarra y me dijo: “Chúpame los pezones a ver qué siento”. Se los chupé como nadie, la lengua se la pasé por los pezones, alrededor, sin morder, solo la estrenaba en este mundo de lesbianas con mucha dulzura, pero la muy descarada pidió más: “muérdeme la punta de las tetas, por favor”.

En este punto las dos estábamos demasiado lubricadas, nuestros coños goteaban y al mismo tiempo nos quitamos las bragas. Tumbé a Claudia en el sofá, le toqué el clítoris y vi que estaba lista para una rica mamada. Todas las demás nos miraban y se tocaban.

Claudia se vino en mi boca

Bajé a su entrepierna, olía a sexo, a tiempo sin follar, de pronto repetía “esto no puede ser”, pero al mismo tiempo se revolcaba de deseo y me pedía que la chupara. Jugué entre sus piernas, la provoqué hasta que no aguantara más y cuando vi que sus pies se retorcías le pasé la punta de mi lengua por su clítoris, también se lo mamé suave, de arriba abajo, en círculos y luego la envestí con mi dedo índice. Allí se vino en mi boca, se corrió gritando, y con ella gemían las demás que estaban en la sala.

Ana se acercó y lamió el fluido de la corrida de Claudia y me clavó un beso con lengua. Las otras se estaban masturbando mientras veían la cara de placer de Claudia, quien por primera vez estaba excitada por otra mujer.

Dejé que tomara aire, subí a sus pechos, le besé los pezones y después le di un beso en la boca muy sexual, bien porno para mi gusto y el suyo. “Baja de nuevo, me pidió la guarra.

Pues me fui otra vez a su vientre, la miraba, miraba sus labios, su clítoris y ella más se excitaba, “me gusta que me veas el coño”, decía entre gemidos. Volví a lamerla, me chupé ese coño como me dio la gana y Claudia se corrió de nuevo, y otra y otra.

Cuando ya mi coño no aguantaba más comencé a frotarme con su pierna y me le corrí completamente encima, mientras otra de las chicas me metía un dedo en el culo. Aquella noche nunca la olvido y Claudia tampoco.

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