Soy la Diosa sexual de una de las sociedades que adoran a la arcaica Diosa Madre en Anatolia en tiempos remotos.
Soy mujer erótica
Mi historia como mujer erótica empieza cuando me encarno en una hermosa doncella para asombro de mis ciudadanos, me suenen sus caras de la vida real o sean plenos desconocidos. Aparezco en el templo dedicado a mi adoración, que alberga mi trono de mármol.
Erguida ante ellos hago una señal para imponer silencio.
– He venido para conferiros los dones de mi sabiduría. Viviré entre vosotros como uno de vosotros, pero debéis respetar mi envoltorio carnal y protegerlo de todo daño. El primer don es la oportunidad de beber de mis aguas primigenias. Los hombres que necesiten un mayor entendimiento podrán beber de mi. Que cada cabeza de familia venga a mi llevando a su marido con ella.
Lo que tengo es una droga de polvos mezclados en una crema. Sólo es efectivo si se traga. Y yo soy inmune. Se trata de un alucinógeno con el que apenas hay malos viajes. Es muy potente. Me he puesto esta crema en la vulva y he colocado la farra sobre el trono, fuera de la vista.
El primer ejemplo de mi erotismo
Las mujeres eróticas se acercan. El marido de la suma sacerdotisa es el primero. Es atractivo, así que lo utilizo en una demostración.
Lo llevo hasta el trono. Pongo las manos sobre sus hombros obligándolo a arrodillarse. Mi vestido tiene botones en la parte delantera, que desabrocho desde el estómago hasta abajo. Me coloca justo delante de él y sumerjo su cabeza con vehemencia en mi vulva. Me besa una vez y la droga se introduce en su boca. Inmediatamente siente placer y empieza a chupar con intensidad. La droga comienza a hacer efecto. Cuando está tan colgado que lo único que hace es balbucear sobre sus visiones, le ordeno a la suma sacerdotisa que lo guíe escaleras abajo desde el trono y lo bese.
Ella obedece y la droga también se le mete en la boca. También ella inicia el viaje.
Todos miran asombrados, las mujeres empujan a sus maridos hacia delante para que compartan la revelación Me suplican que tome a sus maridos para que beban mis aguas primigenias. Arbitrariamente escojo a los más jóvenes y agraciados.
Propagando lo de mi vagina
El segundo elegido es el joven marido de una vieja dirigente de Anatolia, la cual se siente muy honrada y se inclina al pie de las escaleras que conducen al trono haciéndome una reverencia. También su marido se inclina y cuando se lo pido, sube arrastrándose por los escalones. Yo le alabo por su humildad.
Cuando alcanza el último escalón me besa el pie. Luego se levanta hasta quedar arrodillado. No pierde tiempo y tan pronto como se incorpora, se dispone a compartir. Sumerge su lengua con ansia en mi interior, dando vueltas alrededor de cada raja, de cada valle y de cada bulto hinchado. Respiro hondo y echo la cabeza hacia atrás. Él resopla, gimo y gruñe al tiempo que chupa aún con mayor intensidad. La droga le hace efecto y la alucinación hace que me desee aun más.
Ahora las mujeres me piden con insistencia renovada que tome a sus maridos. Me unto los pechos y el yoni (palabra en indio arcaico que significa “vagina”). Luego ordeno a dos mujeres que están al fondo de la multitud que se acerquen.
Cuando hago de mi sexo el sexo de todos
Ellas y sus maridos se arrodillan al pie de las escaleras del trono y empiezan a subir arrastrándose. Todos me besan los pies en demanda de bendiciones. Arrodillados ante mi, esperan. Me doy cuenta de que las mujeres esperan poder lamerme personalmente, en lugar d hacerlo a través de sus maridos, yo les sonrío.
Con el pie acaricio al taparrabos del más atractivo de los maridos, él trata de inclinarse para besar el pie, pero no se lo permito. Sigo acariciándolo. No tarda en tener la polla erecta, mientras contempla cómo me mojo los labios seductoramente. El otro marido tiene una erección mientras me contempla acariciando al primer marido.
Me levanto y el más atractivo se inclina hacia mi coño. Levanta los brazos y me acaricia las nalgas y los muslos mientras me lame. Con la mano tomo el mentón del otro y lo acerco a mi pecho. Le cojo la mano y deposito sus dedos en mi pezón. Él lo estimula con suaves toques. Luego empieza a chuparlo y con él, la droga. Su lengua es muy agradable, pero sólo tiene una, así que tomo el mentón de su mujer con la otra mano y guío su boca hacia el otro pecho. Le digo que ella y la otra esposa pueden turnarse para excitar ese pezón.
Las dos se ponen a mordisquearlo. Son maravillosas. El primer marido se corre encima de mi pie. Me levanto y camino hacia el altar de sacrificios, donde me tumbo; así le doy oportunidad al segundo marido para comerme y a su mujer, para tener un pecho para ella sola. Él empieza besando la parte interior de los muslos, y luego más arriba.
La primera esposa me masturba el clítoris con los dedos mientras él me pasa los labios por los labios vulvares. Se detiene y me besa la mórbida y cálida carne con los labios. Con la lengua, retira toda la crema de mi interior, mi espalda se arquea, introduciendo más aun las tetas en las atrayentes bocas de las esposas. Engullen mis tetas y endurecen mis pezones haciendo girar sus lenguas a su alrededor y tirando de ellos con los diente.
El segundo marido se sube al altar y se quita el taparrabos, descubriendo una polla enorme, no circuncisa y reluciente. Cada una de las esposas me coge de una rodilla y me separan las piernas. Entonces el segundo marido me penetra. Tiene un ritmo lento, sacando la polla completamente y metiéndola hasta el fondo cada vez. Su mujer me frota el clítoris siguiendo su ritmo. Ambas esposas empiezan a lamerme lascivamente las tetas.
Al llegar a este punto me corro frenética y escandalosamente dejando a mis ciudadanos excitados y enloquecidos pidiendo más.