Mis calificaciones eran deficientes en química y ya estaba en mi último año de estudios, no tenía idea de cómo aprobaría la materia, solo un milagro me ayudaría a salvarla.
Aquella mañana tenía un examen, como siempre iba de volada a clases y era de esperarse, ¡nuevamente llegaría tarde! El reloj marcaba las diez con veintitrés y pasaba por cada pasillo corriendo para llegar al salón de clases. Llegué a la puerta y ahí se encontraba el profesor; sin dejarme mediar palabra ni para dar los buenos días, me dijo “tenemos que hablar luego de clases”; sus ojos verdes claro se clavaban en mí como un latigazo, pero aunque él me encantaba no podía dejar de pensar en el “tenemos que hablar” mientras me abría paso hacia mi pupitre.
Ahogándome en la orilla
Fueron dos horas de examen, bueno, prácticamente una hora y media para mí por la tardanza en llegar, en mi mente se cruzaban mil pensamientos, no sabía que me diría el profesor luego de clases, sabía que mis calificaciones iban mal, y tenía en claro que no habría “plan B” para salvar la materia si no aprobaba el examen que por cierto yacía en frente y del cual no tenía mucho conocimiento.
Mis pensamientos me atormentaban cada que recordaba mis noches de películas con amigas en vez de estudiar. Mientras respondía lo poco que sabía de mi examen, daba tiempo a que un grupo de compañeros entregaran su hoja y maquinaba en mi cabeza un posible “plan C”, podía notar como el profesor me miraba a lo lejos.
Sonó el timbre todos entregamos la hoja de examen y tal como lo había pedido el profe, me quedé sentada en mi pupitre esperando juiciosamente a que él me diera la noticia que ya estaba por esperar: ¡reprobaste la materia!
La hora de la verdad
Todos mis compañeros salieron del aula quedando el profe y yo solos, sentado en su escritorio y yo frente a él me dijo con seriedad: “Tus calificaciones no habían presentado problemas hasta este último trimestre en el que tu desempeño bajo considerablemente colocando en riesgo la materia, a decir verdad, en el examen que has presentado hoy está el resultado final”.
Sus palabras me tenían con un nudo en la garganta, no sabía si era mejor suplicarle, arrodillarme o qué hacer. Para ese tiempo yo había subido algunos kilos y la verdad me veía voluptuosa de todos lados, mis muslos, mi culo, tetas, todo hacía que la ropa se me viera un poco más apretada de lo usual.
Una oportunidad, por favor
Aunque el profe intentaba no ser evidente, noté como me veía los senos, que, como comenté se desbordaban un poco por el escote de mi blusa, bajaba su mirada de vez en cuando directo a mis piernas, y claro, yo ya podía ver la posibilidad de maquinar un perfecto “plan C” el cual tenía rato buscando.
Entre suplicas pedí una oportunidad, esta vez un tanto más coqueta, pero lo único que pude recibir de su parte fue: “Te espero al culminar la jornada para que me ayudes con los trabajos que tengo por corregir y repitas algunos ejercicios. Pueda que eso salve tu calificación”.
¡UFF! Que alivio, no era lo que esperaba, pero era algo. Ya se acercaba el fin de la jornada y como había comprobado que el profe estaba entusiasmado con lo que podía medio notar, fui al baño, acomodé mis grandes senos, subí un poco mi falda y me puse un labial rojo.
A poner en marcha el “plan C”
Culminaron las clases y me dirigí al salón donde se encontraba el profe, me senté nuevamente frente a él y comenzamos a trabajar en lo que me había pedido, culminadas las correcciones pedí permiso para salir al baño un momento, él accedió y caminé muy sensualmente con la finalidad de que lo notase.
Al regresar ya tenía en mi pupitre nuevamente la hoja de examen para resolver los mismos ejercicios de la mañana. Habiendo pasado un rato le dije:
Tengo una duda
R: Claro, dime qué ocurre
Creo que me volví a equivocar con los signos
Se acercó a mí y quité el cabello que caía sobre mi pecho, escuché una respiración honda y acto seguido me pidió permiso para revisar lo que hasta el momento había hecho; mirando mis ejercicios me dijo que con ayuda llegaba a un 4, mi mirada se tornó triste y lo miré con los ojos a punto de desbordar en llanto, estaba de pie a su lado y rogué nuevamente por ayuda:
¿No hay nada que pueda hacer para que me ayudes?
Dije ahora mirando su entrepierna, en la que se marcaba un buen paquete, aun flácido. Me incliné sobre el pupitre dejando mi culo prácticamente al aire y con mis tetas sobre la mesa.
R: Si continúas confundida hagamos el ejercicio juntos.
Fui a tomar una silla y me tomó por un brazo:
R: No es necesario, qué te parece si te sientas en mi pierna, yo te explico y tu escribes
Me trató como una perra
No dije ni una sola palabra e hice caso, me senté muy puta apoyando mi vagina en su pierna. Toda esta situación me estaba excitando, además mi profe de ojos verdes no estaba nada mal; me incliné hacia la mesa parando más mi culo y moviéndome un poco de adelante hacia atrás, esto hacia que me mojara cada vez más.
Su mano ya se había situado en mi cintura, mientras yo copiaba él iba bajando su mano hacia mi nalga, con cada roce me mojaba más, estaba que no soportaba ya las ganas.
R: Muy bien. Tienes que estar tranquila. Conmigo aquí lo haces bien y sin que yo te diga nada ¿Ves? Aunque te sigo notando nerviosa. ¿Te pasa algo?
No… dije; mientras me estiraba un poco para tomar el borrador, y aprovechar de dejar mi culo a su vista.
El no se aguantó más y me agarró de las nalgas con firmeza: “Quizás puedas mejorar algo más tu nota”.
Y ¿cómo?; respondí haciéndome la que no comprendía nada.
R: Tu solo haz caso a lo que te ordene y guarda silencio, mientras más callada te mantengas vas a ir sumando puntos
Mordí mi labio suavemente mientras sentía como el profe rozaba mis labios vaginales con su dedo a través de la fina tela de mi tanga.
Asentí a su propuesta y me tomó del cuello con rudeza para que me levantara, me inclinó en el escritorio y me dijo “toma nota”; sentí un azote en mis nalgas, yo contenía mis gemidos tal como él me lo pidió, le siguió otro más fuerte; desabrochó su pantalón para dejar libre sus 20 centímetros de polla, y comenzó a acariciarme suavemente mis labios, luego por mi culo, era divino sentir su pene caliente y súper duro recorriendo mi piel, pero yo debía quedarme callada. El profe se agacho y mordió fuerte mi nalga para luego pasar su lengua desde mi clítoris hasta mi ano, dejé escapar un sutil gemido y rápidamente me dijo: “¡Callada perra, dos puntos menos por gemir!”; su rudeza me excitaba más y más.
Soy su puta y me encanta
Se puso de pie y me tomó por el cabello, lo enrolló en su mano y me dijo “Ahora veras como se pasa la materia conmigo perrita”.
Acercó su glande a mi culo y comenzó a acariciar.
R: Vamos a ver qué tan duro te gusta
Metió de un solo empujón su pene en mi culo, quise gritar de dolor y placer. Lo sacó y me volteó, me puso de rodillas, pidió que abriera mi boca y metió todo hasta el fondo, sentía que me ahogaba, me decía que tocara sus testículos, yo solo obedecía, intentaba separarme y él le daba con más fuerza. Cuando estaba por derramar sus fluidos en mi boca se separó y me pidió que me acostara sobre el escritorio, aparté todo lo que ahí había y obedecí, me haló al borde de la mesa y sin compasión me penetró como si yo fuera de su propiedad.
Silencio o dos puntos menos
Yo solo mordía mis labios, deseaba gemir, pero cada que me veía soportando las ganas me decir “Vas sumando puntos zorra”, la estaba pasando de lo mejor, me daba duro, sentía sus testículos chocar, aumentaba la velocidad a medida que sabía que iba a terminar. Yo estaba a punto de explotar, el sudor corría por mis senos y verle tan excitado me estaba llevando al límite, sentía como mi sexo palpitaba; cuando ya tenía el orgasmo en puerta sacó su pene y empezó a masturbarse frente a mi dejando caer su semen sobre mi vagina. No lo podía creer, me había torturado de la forma más deliciosa posible.
Al terminar de caer la última gota, me puso nuevamente de rodillas:
Límpiamela toda perra.
Suavemente con mi lengua fui limpiando su pene mientras tocaba sus testículos. Un buen sexo y la materia aprobada; este fue el mejor examen de química que he tenido en mi vida.