Soy Sofía y me encanta lamer coños, sí soy lesbiana y como mi novia me ha dejado me siento un poco dispersa y con unas ganas de follar increíbles. Ya van más de dos meses que nada, ni oler un coño de lejos he podido.
Vivo en Madrid y las noches de fiesta me encantan así que decidí cumplir una de mis fantasías sexuales, estar con una lesbiana desconocida, quería comerme el coño de una tía que no haya visto en mi vida, un polvo de una noche, eso quería y para eso estaba lista esa noche.
Noche de caza
Estaba tan caliente que esa noche, antes de irme de fiesta, me masturbé y salí más cachonda que Ana la lesbiana. Me vestí de negro, me puse un vestido sin bragas, lista para la faena sexual donde fuera, en un baño, en el coche, en una calle escondida y oscura o en la casa de la chica.
Con mis tacones bien altos me fui al centro, caminé y entré en un antro ambiente para cazar a mi presa. Casi todas estaban en pareja, pero después de dos horas descubrí a una chica sola en la barra. Sigilosamente me le acerqué y al oído le dije: «¿Qué hace una tía tan bella aquí solita?, le pregunté.
Era una rubia guapísima, flaca, como me gustan, las tetas bien grandes y sobresalían de su blusa. Se notaba que también quería sexo. Comenzamos a beber juntas, conversamos, nos reímos y la invité a bailar.
Aquello, más que un baile, era una danza de deseo sexual, mi coño se restregaba con el de ella, nos tocamos las tetas, bailamos pegadas, nos tocamos el culo, eso fue muy excitante, tanto que la misma chica me dijo, vamos a mi piso que te quiero en mi cama, quiero follar contigo.
Dos coños calientes
Entramos al piso ya casi desnudas, sin zapatos, éramos dos lesbianas desesperadas por follar. Nos besamos, eso era beso y beso, estrujadas. Ya dentro nos terminamos de desvestir y sin titubeos la chica me tiró en su mueble y me empezó a lamer los pezones, lo hacía muy rico, su lengua caliente en mis tetas me hizo mojarme hasta más no poder.
Bajó de las tetas a mi ombligo, yo le tocaba las tetas a ella y ella gemía. Ese gemido también me excitaba un montón. Me lamió la entrepierna y grité de placer y poco a poco, tal como me gusta, me comenzó a frotar el clítoris suavemente. Parecía que me conocía de toda la vida. era una diosa con esa lengua del demonio.
Mi flujo vaginal la inundó y no aguanté. Me corro, le dije y así fui. Me fui en su boca y ella se tragó todo lo que salía de mi coño. Todo eso lo vi, me gustó mirar mientras me chupaba. No paró siguió lamiendo y lamiendo, esta vez me empezó a meter un dedo en el culo y me volví a correr. Era una demonia del sexo.
Esa noche sacó juguetes, pelotas para el culo, vibradores, me bañó en aceite y me comió completa. Perdí la cuenta de cuántos orgasmos le di a esa chica desconocida sacada de un bar.
Mi turno
Ella iba a seguir lamiéndome y follándome pero la detuve, la agarré del cabello y le dije: «Es mi turno, prepárate para gozarte mi lengua». La subí en la mesa de la cocina y me comí ese coño bien rico, sus gemidos me decían que le estaba gustando. Cada vez que estaba a punto de correrse yo paraba, quería alargar ese momento. La tenía desesperada.
Primero pasé mi lengua por su clítoris, después jugaba con mis dedos, tocaba y miraba su coño con delicadeza y otras con violencia. Ella se retorcía como una culebra, era una perra en celo. Busqué el cinturón con pene y la follé, se lo metí hasta el fondo y la chica sé corrió.
Pero yo quería más, deseaba follarla por el culo y eso hice. Le lamí el culo, le metía el dedo y la muy guarra se corrió también. Se notaba que estaba como yo, tenía tiempo sin sexo porque se corrió muy rápido. La giré de nuevo y le dije: «Quiero que acabes en mi boca, perra».
Pero antes de eso, quise besarla, nos besamos mucho, esa lengua iba adentro y afuera, nos tocamos, nos restregamos, dos cuerpos de mujer desnudos, juntos, deseándose. Las dos nos corrimos de tanto deseo. La llevé a la cama, la acosté, le abrí las piernas y con el vibrador comencé a follarla. Gemía como una diosa, creo que eso me excitaba más de la cuenta.
Cuando iba a correrse le quité el vibrador, la volví a besar en la boca y cuando bajó la intensidad bajé a su coño otra vez para recibir su flujo vaginal. La chupé suave, tocando justo en su punto más caliente, el clítoris se puso rojo, estaba hinchado y se vino completo en mi boca, del tiro se orinó y me regaló la mejor noche de mi vida.
Noches como esa tuvimos varias, lo que iba a ser una follada, fue un maratón de folladas, quedamos encerradas como tres días seguidos y después nos seguíamos viendo. Las folladas entre nosotras eran una cosa divina, solo pensaba en sexo con ella y me mojaba en todas partes. Y me encantaba, nos gustaba a las dos, esa es la verdad.