Una deliciosa tarde de amigas

Era fin de semana y no había mucho que hacer, mi marido y yo decidimos quedarnos en casa para hacer algunos oficios y disfrutar luego de un rato en familia.

Ese sábado comenzó como cualquier otro, despertamos cerca de las ocho de la mañana, preparé el café, mientras que él adelantaba nuestro desayuno y el de los niños, después de comer comencé a lavar la ropa y el resto de la familia se encargaba de arreglar el jardín que hacía tiempo no se mantenía.

Marco tuvo la gran idea de hacer un asado para el almuerzo, preparó todo y puso manos a la obra. Estaba siendo un día tan productivo como delicioso.

Mi amiga querida

Francis, una gran amiga que conocí hace muchos años en clase de física y química, y en ocasiones mucho más que eso, me llamó para saber qué planes tenia para el día y si podía visitarme, sin pensarlo le dije que la esperaría en casa para tomarnos un café y hablar un rato.

Francis llegó con la misma actitud de siempre; regia, divida, comiéndose el mundo, yo por el contrario me sentía algo cansada de los quehaceres del hogar. Serví dos tazas de café y me senté a su lado, había pasado mucho tiempo sin hablar con ella; como ella seguía en plena “luna de miel” con su esposo Adrián, sin duda tenía mucho por contarme.

Mientras hablábamos en el mesón de la cocina mi esposo y los chicos sé acercaron, saludaron a Francis y nos comentaron que saldrían un rato al parque, como yo continuaba entretenida con la amena charla no di importancia en acompañarlos.

Francis me contaba eufóricamente como le estaba yendo en su matrimonio, el cual había comenzado hacía pocos meses. Adrián, su marido, era un hombre bastante fornido, moreno ojos claros, un bombón; mientras ella me contaba yo solo me imaginaba el cuerpo de aquel hombre, lo divino que debía ser sentirlo, y aunque me sentía mal con tales pensamientos, no los podía controlar.

¡Para, para, para!

Ella, por su parte, no me colaboraba con sus cuentos, cada vez tomaba más confianza la conversación y revelaba detalles realmente íntimos, como la besaba, como la tocaba, qué le hacía, cómo o le hacía sexo oral; aquellos relatos ya me estaban excitando en gran medida, al punto tal de entrar en un trance del cual pude salir solo al escucharla gritarme “¿Te estas tocando?”.

Su pregunta sin duda me hizo volver en sí y me di cuenta que mi mano yacía debajo de mi falda, mi cara se tornó roja, y de inmediato le pedí disculpas, siguiendo la excusa de que mi vida sexual con Marco ya no era la misma, habían pasado semanas desde la última vez que me había tocado.

Divina propuesta

Francis solo me dejó terminar y soltó una fuerte carcajada y me dijo que no me preocupara, que le halagaba haberme hecho sentir así con sus historias pasionales, aunque sin dudarlo me ofreció ir a la habitación a recordar viejos tiempos, era una buena propuesta pero me negué, yo quería sentir un hombre, quería que me cogieran, que me bañaran de leche, mi amiga al escucharme solo asintió y se quedó un tanto pensativa; pasados un par de minutos me dijo “Te propongo algo; viendo tu necesidad de sexo y tomando en cuenta que mi relación con Adrián es… liberal… quisiera saber si estarías dispuesta a estar con él”.

Aquella propuesta me había dejado muda, pero conocía a Francis como la palma de mi mano, sabía que estaba segura de lo que estaba diciendo, pero aun con miedo seguía sin mediar palabra. Ella para intentar calmar mis nervios me dijo “Relájate, será solo un rato, calmas tus ganas, mi esposo y yo cumplimos una fantasía y listo, nada cambiará”.

Su intento en darme confianza fue dando resultado hasta que acepté su invitación. Fui a mi habitación me duché, me vestí y salimos rumbo a su casa.

Veamos que dice él

Al llegar, ella abrió la puerta y Adrián estaba en medio de la sala, cambiando los canales de la televisión, solo en ropa interior. Al verme, noté su vergüenza de que lo viera en esas fachas, pero rápidamente Francis fue al grano.

A decir verdad, él no estaba muy convencido de lo que ella le proponía, pero en la medida que ella fue explicando y dejándole en claro que cumplirían una divina fantasía el aceptó. Con sutileza me tomó de la mano y nos dirigimos hacia la habitación que se encontraba al final de la casa.

Que comience el juego

Entramos los tres, mi amiga se sentó en un sillón que tenía en una esquina, él comenzó a besarme el cuello y a desvestirme poco a poco, sus grandes manos se deslizaban en mi piel al punto de erizarla por completo, me despojó de mi blusa, y casi de inmediato desabrocho mi falda, su lengua recorría mi boca entera y jugaba con la mía, al encontrarme tan solo en tanga sentí sus manos tomar con fuerza mis nalgas, poco a poco fue acariciando un poco más abajo, lo escuché decirme al oído “que húmeda estas”, aquella frase me hizo encender y diluir todos los temores y tabúes que me quedaban respecto a la extraña situación, olvidé por completo que Francis estaba sentada a escasos metros de nosotros; mis manos juguetonas comenzaron a buscar con desespero su pene, era grande, me fijé que no estaba rasurado pero no me importó; me agaché y vi que ya se tornaba duro, comencé a masturbarlo con frenesí, en un momento lo metí en mi boca para devorarlo completo, era delicioso, grande, tal como mi amiga me lo había descrito hacia unas horas, mi mano sujetaba con firmeza su tronco mientras mi lengua acariciaba su glande.

Un rato después me tomó de los brazos para que me levantara, mordió mis labios, como indicativo de que ya no aguantaba más, me quería penetrar y yo desea lo mismo, lo empuje a la cama, ahí estaba aquel hermoso hombre, de grandes brazos y abdomen marcado, con una polla que estaba a punto de explotar; la tomé con fuerza y fui metiéndola poco a poco en mi vagina hasta sentirla completamente dentro de mí, que delicia, se sentía caliente; comencé con el sube y baja lento, quería sentir lo delicioso de aquella enorme polla dentro de mí, gemía como loca, apoyaba mis manos en sus muslos para mayor control, que rico ver entrar y salir de mi su pene, aumenté progresivamente la velocidad, notaba en su cara en placer que sentía, un rato después me dijo que parara, se levantó y me puso en cuatro, comenzó a penetrarme poco a poco, se sentía delicioso, otras manos tocaban mi culo, mi ano abría paso a dos dedos y era Francis quien estaba jugando conmigo mientras que su esposo me cogía por la vagina, ella movía sus dedos en círculos mientras él me penetraba con fuerza, yo solo gemía, gritaba; que rico lo que estaba sintiendo, solo pedía que no pararan, ya estaba a punto de explotar un orgasmo en mí, el cosquilleo se apoderó de mi cuerpo para dar inicio a una gran placer, hacía mucho no me habían hecho sentir así.

Él aun no terminaba, así que en cuanto pude me dispuse a chupársela de nuevo, no pasaron dos minutos cuando noté la presión de su pene al descargar en mi garganta un chorro de su rica leche, caliente, pero deliciosa sensación. Nos acostamos juntos los dos, Francis ya se había sentado nuevamente en el mueble, pero de piernas abiertas y masturbándose mientras veía a su marido descargar su semen en la boca de su amiga.

Unos minutos después, luego de haber recuperado las energías, fui al baño me vestí, me despedí de ambos por tan rica tarde y me fui a casa, al llegar ya estaban mi esposo con mis hijos. Entre, saludé con el mismo cariño de siempre a mi marido y me fui a preparar la cena.

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