Eran las 3 de la mañana cuando regresaba de una reunión con unos familiares. Había sido una cena agradable y además estaba estrenando mi carro nuevo, así que estaba muy feliz por todos lados. La vida me sonreía por esa parte; sin embargo, debo confesarles que soy gay y mis familiares no lo saben, así que eso me entristece un poco.
Lo cierto del cuento es que cuando venía por la autopista, cuatro hombres en moto me interceptaron y me hicieron parar en la vía. Todo indicaba que me iban a robar el coche nuevo. Pero pasó que me secuestraron. Dos de ellos se quedaron en las motos, y los otros dos se entraron en mi carro con par de pistolas enormes. Uno estaba en el asiento del copiloto y el otro justo tras de mi, uno me apuntaba el cuello el otro el abdomen. «Esto es un secuestro, así que ponte en marcha suavecito que te vamos a ir diciendo a dónde vamos», me dijo el que estaba delante.
Sabían lo que hacían
Yo temblaba de miedo. «¿Cómo te llamas?, me preguntó el que estaba detrás de mi. Fernando, le contesté. Sí, era mi nombre real, temía darles un dato que no fuera cierto y por simple rabia me mataran. Los dos hombres me hicieron conducir hacia un sitio bien escondido, yo no había estado jamás por esos lugares. Terminamos en un descampado solitario, solamente alumbrado por las luces del coche.
Se baja uno de mis secuestradores, va hacia mi puerta, la abre y me dice que me baje. Sin chistar me bajé del coche. Yo pensaba dentro de mí que me dejarían ahí tirado y se llevarían el coche nuevo. Pero no, al bajarse el segundo hombre, me dijo que me bajara los pantalones, que me iban a follar. Habían pasado ya como dos horas entre el trayecto hacia ese lugar que olía a bosque y lo que había conducido.
Me bajé los pantalones y uno de ellos me pego contra el coche de espalda a ellos y comenzó a olerme el cuello. «Hueles rico, desgraciado, perfume caro». Mientras tanto, el otro comenzó a tocarme el culo, me apretaba las nalgas y me tocaba el ano, apenas pasaba el dedo por el hueco que tantas veces había sido penetrado por otros hombres. Al principio yo estaba nervioso, pero después debo decir que me empezó a gustar lo que esos tipos me estaban haciendo. ellos sabían lo que hacían y lo que quería, yo comencé a entender.
Doble follada en mi secuestro
Entre manoseo y manoseo, entre toques y toques, yo olvidé que estaba siendo sometido por dos secuestradores y me entregué al placer. «Si me van a matar, pues me voy de este mundo lleno de semen», pensé. Mi pene estaba parado, estaba muy excitado y de pronto uno de ellos, el copiloto, me tapó los ojos con una de sus manos, tiró la pistola en el piso y me penetró con todas sus fuerzas. «Eres maricón, sé que te gusta que te den por el culo, lo siento, lo tienes bien grande y rico. Además te estás moviendo», me decía susurrándome al oído.
«Sí soy maricón, y me gusta que me estés follando. Follas rico, desgraciado», le dije sin miedo a que se molestara. «Calla que ahora también te va a follar mi amigo, vas a tener semen hasta por dos meses, culito rico», me seguía hablando mientras me follaba tapándome los ojos, más por su propio placer que para que yo no viera. Se notaba que le gustaba follar tapando los ojos de su presa.
«Toma tu leche, tómala», dijo cuando comenzó a sentir su orgasmo. Fue tan rico y morboso todo el tema del follarme secuestrado que me vine en la puerta de mi coche. Al voltear, vi que el otro secuestrador se estaba tocando el pene, era más grande todavía que el primero, tenía un pene enorme y divino.
El segundo en mi culo
Mientras el primero en follarme se desmayaba de placer y agarraba la pistola del suelo, el otro se vino a penetrarme enseguida. Este, en lugar de taparme los ojos, me tapó la boca y me penetró como un toro. Grité porque este sí dolió, pero fue un grito de placer. Los tres sentíamos como mi culo salpicaba leche, estaba lleno de semen.
Me dejé follar por el segundo también, le acercaba mi culo hacia él, quería sentir su pene hasta lo más profundo de mi ano. Me corrí de nuevo, no lo podía creer. «¿Estabas deseando esto, verdad?, me dijo el muy perro en celo. Y la verdad es que sí, no con secuestro, pero la verdad una buena follada sí necesitaba y está sabía que sería inolvidable.
Este se tardaba en acabar, el otro miraba excitado. Mi segundo secuestrador me cogía lento, después suave, me daba nalgadas, me lamía el cuello, las orejas, sentía sus gemidos detrás de mí y yo estaba desesperado, estaba realmente volando de placer. Que follada más rica, que madrugada más excitante y pervertida. Estaba rebosando de semen de dos hombres que estaban bien dotados, divinos y bien grandes.
«Te voy a dar más leche, cabrón. No aguanto más», me dijo dos segundos antes de correrse. A cada chorro de semen un grito pegaba y así varias veces, se veía que tenía tiempo sin correrse. Justo después de acabar se quedó un rato pegado a mí, mientras su compañero le pedía que se quitara, que ya iba a amanecer y debían marcharse. «No se preocupen, no los voy a denunciar, me han dado la follada más rica y sucia de mi vida», les dije.
En eso llegaron los otros dos que se habían quedado en las motos, recogieron a mis secuestradores. No se llevaron el carro, me dejaron ahí en el descampado, bien cogido y chorreando leches. «¿Nos vamos a volver a ver?, les pregunté tumbado en el piso. «Tal vez», me contestó el copiloto. Allí me quedé un tiempo, con la cabeza nublada entre el susto de haber podido ser asesinado y entre el placer de haber sido follados por dos hombres exquisitos.