Aquella noche se había convertido en esas donde la bebida es reina, mientras celebrábamos mi esposo, su compañero de trabajo y yo por el nuevo proyecto que seguro los haría subir como la espuma en la compañía.
Cuando ya era entrada la madrugada, la comida se había terminado y solo quedaban mi esposo y su amigo debatiendo entre temas banales y de trabajo; ya estaba bastante mareada por tanto vino, así que decidí retirarme para ir a descansar.
Es hora de descansar, ¿o no?
Apenas toqué la cama, me quedé prácticamente rendida. Al rato sentí que mi esposo se escurría entre las sábanas y se acurrucaba conmigo mientras yo le daba la espalda. Podía sentir su duro pene presionándome las nalgas, pero el cansancio y el mareo me tenían totalmente adormecida como para continuar el jugueteo.
El continuó con su insistencia, las caricias se hicieron presentes, sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo; las pasaba por mis senos, los acariciaba de una forma que nunca antes lo había hecho, apretaba con firmeza y masajeaba, era imposible hacer caso omiso a lo que estaba sintiendo; aun estando de espaldas él continuaba acariciándome, sus manos empezaron a bajar por mi abdomen rumbo a mi zona íntima, jugó un tanto con mi ombligo, algo que nunca antes había hecho, y luego se dispuso a continuar el delicioso recorrido hacia mi sexo, el cual ya estaba lo suficientemente húmedo y preparado como para recibir una buena masturbación.
Cuando sus dedos comenzaron a acariciar mis labios no pude contener el suspiro que había retenido por el cansancio que sentía, era una delicia lo que aquel hombre estaba haciendo, metía dos, tres de sus dedos en mi vagina eventualmente, y continuaba acariciándome toda, sus dedos parecían un torbellino cuando estaban en mi interior haciéndome explotar de éxtasis.
Un descubrimiento de impacto
Mis piernas se abrieron más, ya el sueño no me dominaba, estaba dispuesta a sentir todo lo que él tenía preparado para mí, abrí más mis piernas para buscar su pene y dirigirlo a mi vagina, para mi sorpresa lo sentía distinto, más grueso, pero, aunque el sueño se había ido, el mareo continuaba, así que mi confusión se la atribuí a los efectos de la bebida.
Sin decir ni una palabra ninguno de los dos me puso en cuatro y me penetró, era totalmente distinto, inmediatamente me di cuenta que algo estaba ocurriendo, al darme vuelta pude ver que quien me estaba follando no era mi esposo, era su amigo el que tenía su polla en mi vagina, el que me estaba haciendo gemir como nunca.
Entre la confusión y el disfrute no sabía qué hacer, intenté zafarme, pero me sujetaba con fuerza de las caderas.
Pronto me invadió una sensación de rabia, duda, pero por otro lado la excitación y tal vez los efectos del alcohol no me permitían seguir luchando, era como decir ¡Ya qué, ya quiero seguir siendo la puta!, así que seguí gimiendo mientas el penetraba con fuerza y un ritmo bastante acelerado que me estaba llevando a un intenso orgasmo el cual no había sentido en mucho tiempo.
Confusión, deseo y excitación
Aun sin saber cómo ese sujeto había llegado hasta mi cama, sin saber si había sido consensuado con mi esposo o qué era lo que había llevado a tal situación, simplemente me dejé llevar por el disfrute, los gemidos pasaban a ser gritos placenteros que no me preocupaba por silenciar. Me estaban cogiendo como hacía mucho no lo hacían y esto le estaba excitando cada vez más a él, hasta que sentí su leche entrando en mi lo que me hizo explotar en simultaneo, repitiendo un orgasmo delicioso.
Mientras el recuperaba su erección, me recosté sobre la cama, boca arriba, daba tiempo a que él se acomodara de nuevo entre mis piernas para una nueva embestida, cuando de pronto vi en el marco de la puerta la sombra de mi marido quien estaba disfrutando verme con otro, logrando que en mí se disparara el deseo de continuar con aquella revolcada majestuosa.
Una fantasía que me tomó por sorpresa
Sin pensarlo ni un poco, y a sabiendas de lo que estaba ocurriendo, tomé la decisión de darle un buen espectáculo a mi marido para que terminara de cumplir su fantasía si de eso se trataba. Acosté a su amigo de un empujón y bajé hasta su polla para metérmelo a la boca, lamidas iban y venían, sabía que mi esposo estaba viendo como yo disfrutaba aquella mamada que le estaba dando a su amigo, chupaba frenéticamente todo su pene, sus pelotas, era delicioso hacerle el sexo oral a alguien distinto, él lo estaba disfrutando mucho y sabía que me estaba esforzando por darle la mejor mamada de su vida, pasados unos minutos se corrió nuevamente, pero ahora en mi boca, su leche se mezclaba con mi saliva; de mi boca chorreaba aquel fluido blanco espeso, escena que solo nos ponía más calientes a ambos.
Pero ya era bastante tarde y él no extendió la jornada, aún sin mediar palabra tomó sus cosas, se vistió, me dio un beso y salió.
Ese día dormí hasta más tarde de lo agotada que había quedado, al despertar, mi esposo estaba en la cocina, no podía ni verlo a la cara, aunque sabía que todo había sido planeado por él y su morbo de verme follar con otro.