El no saber por dónde iniciar para contarles esta historia, es parte de que aún no logro asimilar los hechos. El momento fue y es tan fuera de serie que aún no me la creo. Ni yo misma se por donde empezar o qué pensar. Aún ni se si esto fue real.
Intentaré narrarles una experiencia fuera de serie. Más allá de que me creas o no, sólo espero que me escuches y que pienses en las cosas que aún desconocemos de este mundo y aunque suene irreal, yo lo sentí desde principio a fin como lo trataré de contar ahora.
Mi nombre no es de gran importancia, aunque igual me presentaré. Me llamo Ángela tengo 35 años y soy soltera. Vivo sola desde hace unos pocos meses o años; en realidad perdí la cuenta; luego de haber pasado por una larga relación, que más allá de las enseñanzas, me dejó grandes deudas, el corazón destrozado por la infidelidad y el maltrato psicológico, y un cambio drástico en mi actitud, forma de ver las cosas y una gran inestabilidad sentimental.
El dormir desde ese entonces ha sido complicado y mi cómplice en muchos momentos ha sido el vibrador. Mayormente en las noches me acuesto llorando, pensando y pensando. Toda esta rutina tan melancólica, me llevó a reflexionar y a tratar de salir de lo habitual.
Visitaba bares y discos para conocer a nuevas personas. Indistintamente si fueran hombres o mujeres buscaba experimentar y que este mal sabor de vida se terminara de ir. Sabía que no iba a ser una búsqueda fácil, aún las cicatrices estaban muy frescas y en mi mente estaba presente mucho dolor, que sin querer solía reflejarse en mi rostro, así me estuviera riendo, lucía como una persona triste. Una perrita de la calle con ojos aguados, sola en esa avenida de la vida en búsqueda de amor, nuevas experiencias y con mucho afán de olvido.
Sabía que iba a ser duro y que me tomaría un buen tiempo en este cambio y asimilar todo, comenzar desde cero y seguir con mi vida, pero realmente pensé que la página la podía pasar más rápido.
Un día luego de una jornada de largo trabajo y con el sabor de la victoria por haber obtenido el tan deseado ascenso que estaba esperando desde hace unos 5 años atrás, por lo que tanto luché y también debo aceptar, que fueron parte de mis errores en la relación anterior, por el tiempo que le dediqué a mi trabajo; por eso mismo el haber logrado el ascenso me desató las ganas de celebrar, de alocarme y de brindar por lo orgullosa que estaba de mi. A pesar de todo, al menos estaba ganando una de las tantas batallas que me había fijado obtener.
Noche de copas
Decidí invitar a unos compañeros de trabajo: ellas, ellos, gays, lesbianas, en mi oficina hay de todo. Sin embargo, todos estaban ocupados o tenían compromisos previos. También llamé a las de siempre y a los que tenía años sin hablar con ellos, en fin, nadie podía ese día y yo me moría de ganas de salir a bailar, de gozar y si es posible tener sexo bajo el alcohol y el furor de una noche alocada.
En realidad no importaba quién me acompañara la idea era no estar sola y darle un reposo a mi consolador que tanto me había atendido y escuchado. Ya era el momento de estar con alguien que me abrazara y besara por unos momentos, así fuera unos pocos instantes, sentirme deseada por otros.
Sin embargo, mi búsqueda de compañía de conocidos, fue en vano. No digo que pensaba tirar con ellos, solo quería esos diablos y ángeles que te incitan y entusiasman por si llegaba a conocer a alguien nuevo y que no me fuera a cohibir como siempre.
Aunque la lucha fue en vano. Me fui rápido a casa. Me eché un baño en la bañara con mis jabones especiales de aromas, mientras degustaba un exquisito vino, quería entonarme antes de salir, para agarrar fuerzas y ánimo. Me afeité toda, con especial cariño a mi vagina.
Ya la hora se hacía tarde para salir, pero debía tomarme mi tiempo para maquillaje, un vestido sexy y obviamente con las respectivas bragas para dejar con los ojos cuadrados a cualquiera. Algo que con solo al verlo se le paralice todo el cuerpo, que incite y de emoción de arrancar.
Un buen perfume y ya estaba lista. Ya me había tomado 2 botellas de vino en todo ese proceso y debo aceptar que salí de mi apartamento bastante entonada. Estaba totalmente decidida, nada me iba a detener esa noche.
Tenía la fijación que algo importante iba ocurrir como una corazonada que no podía dejar pasar por desapercibida, al fin al cabo, no tenía nada que perder. Ya todas las series de televisión me las había visto, además lo que quería era estar acompañada, sentirme sexy, coquetear y que me coquetearan. ¡Quería acción y estaba dispuesta a encontrarla!.
Me fui a la Gran vía donde hay varias terrazas y varios bares a los que suelo pasar los ratos con amistades. En realidad caminé durante horas sin rumbo fijo, hasta que comencé a tener algo de sueño y decidí a entrar a uno que ni su nombre recuerdo, creo que tenía algo que ver con “Bar Rojo”.
Me senté en la barra. Estaba tan mareada y con sueño, cansada del día y de haber bebido tanto en casa, que me tomé unos minutos para revisar mi celular y luego pedí otra copa de vino. El barman muy coqueto, se acercó y me dijo: ¡Ángela le mandaron esta copa de vino!.
En el rincón oscuro
Totalmente asombrada, primero por quién sería y segundo cómo sabía mi nombre, le pregunté enseguida: ¿para mí?, ¿quién me la manda?. El barman creo que no me escuchó o se hizo el loco y solo se echó a reír, mientras se dio la vuelta y siguió sirviendo tragos. Por un momento pensé que señaló hacia una mesa en el rincón oscuro, pero realmente no estoy segura.
Antes de terminar mi otra copa, volvió a servirme y esta vez, volví a preguntar. Me volvió a señalar en silencio aquel rincón oscuro, donde apenas llegaban los reflejos de las luces intermitentes blancas.
En ese instante que volteé para tratar de ver si estaba alguien, se pudo ver una silueta. Aunque no era clara la imagen, el destello de las luces me encandilaban y ya estaba algo tomada.
Wao, dije dentro de mi. En serio hay alguien allí. En ese instante me llegó un olor a perfume, como algo familiar, algo que realmente me atraía muchísimo. Me llené de valor y me dirigí hacia aquella mesa.
Apenas me acerqué el olor a perfume me impregnó totalmente. La imagen era aún confusa, pero sabía que era un hombre alto, apuesto y con una voz muy seductora, que en susurros me dijo: hola Ángela, aquí nos vemos de nuevo, alzando su vaso de whisky chocó con mi copa y me senté.
Por el momento me asombré. Pero es que este hombre me parecía tan familiar a mi, tan atractivo y sexy, que obvié la parte de esas preguntes y recordé que esta era una noche para divertirme. Que debía de dejar que las cosas pasaran y ya.
Siguió la charla, los vinos, en medio de unas caricias muy sutiles en mis brazos y a veces nos logramos rozar manos y piernas debajo de la mesa. La conversación seductora, su voz y su cara me tenían totalmente impactada.
Se cambió de puesto y se sentó a mi lado. Me susurraba al oído lo sexy que me veía y lo mucho que me había esperado. Seguíamos hablando de todo un poco, mientras ya tenía sus manos en mi vagina y mis bragas estaban en sus piernas.
Me sentía tan excitada, emocionada, deseada, que en ese momento no pensaba en otra cosa, sino que quererme acostar y probar su pene. Meterlo en mi boca, que me diera con todo y por todos lados.
Ya mi vagina parecía una piscina, súper aguada. Los pezones súper parados, toda la piel erizada y con ganas de obtener placer. La imaginación a mil, las ganas de pasar la noche por completo tirando con este hombre que ni su nombre me había dicho. Todo eso pasó por mi cabeza en segundos.
En eso me dice, mi nombre es Manuel y siempre he estado contigo. Te he estado esperando. Se que llegó nuestro momento. No pienses en más nada y déjate querer y seducir. Tú me llenas. Tócame el pene y verás cómo me tienes.
No hubo necesidad. Nos aprovechamos del momento, de ese rincón oscuro y rápidamente me puso de espaldas a la pared, me subió el vestido y me dejé penetrar toda.
Apenas me asomó la punta de pene, cerré mis ojos y no podía creer lo increíble que se sentía estando dentro de mi. Los momentos circulares, bajo el sonido de la música me hacía mojar más y más. La gente cantaba y bailaban, mientras mis ojos se perdían entre las luces de diversos colores.
No importaron los demás. Si nos estaban o no viendo. La sensación de placer era enorme y no quería dejar de sentirme así. Tenía mucho tiempo sin disfrutar de un buen sexo y no iba a dejar pasar esa oportunidad.
Me voltee y ahora me cargó y seguimos recostados de la pared dándonos con todo. Agarraba su cabello mientras me tenía totalmente penetrada y acosada. Me besaba la boca, bajaba violentamente por mi cuello, hasta llegar a mis senos. Me chupaba poco a poco y otras veces mas brusco.
Realmente, poco era lo que me podía mover. Me tenía cargada y en ese rincón fui completamente su presa. Seguía dándome duro y duro, parecía un caballo incansable e indomable. Yo estaba totalmente excitada por ese momento y gritaba sin pena, por la euforia del placer.
No me quería bajar de ese pene tan maravilloso. Estando dentro de mi lo sentía por completo. Manuel seguía chupando mi cuello y yo me movía cual jinete desbocado en búsqueda de la victoria. Unos minutos más y llegué.
Alucinación sexual
Con los ojos cerrados la música dejó de sonar y en ese instante desperté. Estaba en mi apartamento. Tirada en la sala de mi casa con el mismo vestido puesto y sin pantaletas, con la vagina mojada y con la sensación de haber follado muy duro.
Me paré y me vi al espejo. Todo mi cuello estaba rojo, con varios morados. Estaba muy confundida de cómo había llegado hasta allí y dónde estaba Manuel. Sabía que eso no había sido un sueño, aún sentía su pene dentro de mi, sus manos tocándome las nalgas y todo el cuerpo.
No tenía idea de cómo había llegado a mi casa. Si en tal caso había metido la pata y espantado a aquel hombre o echado a perder el momento. Trataba de recordar y solo sentía un inmenso dolor de cabeza terrible, así como las luces que no me dejaban ver esa noche.
Algo no me cuadraba y debía descubrir qué había pasado. Sabía que todo eso era real. Las señas en mi cuerpo eran notorias de que había tenido sexo y duro. Al alzarme el vestido, en mi espalda se notaba la fricción que había tenido contra la pared, eso no mentía; todo había sido real.
Me quité toda la ropa y seguí examinándome. Fue cuando en mi cuello vi unas marcas y me vino una sensación de sed muy grande. Me metí nuevamente a la bañera para tratar de relajarme y pensar con claridad. Aunque la memoria la tenía como reseteada. Le eché la culpa a los vinos, pero en realidad estoy convencida de que no era así.
Estando en la bañera recordaba los momentos de esa noche tan excitante. Cerraba los ojos y me pasaba las manos por todo mi cuerpo. Estaba segura de que mi piel aún recordaba y llamaba a gritos y con ansías que Manuel a pareciera para repetir o tener una nueva aventura.
Ese revolcón tan excitante me había dejado totalmente impactada y estaba decidida a recordar todo y que nada se me olvidara. Quería volver a sentirme tan sexy, tan deseada y querida y por eso debía recordar.
Esta historia continuará…