Por trabajo, vine a un pueblecito de Salamanca, un tanto a regañadientes, pero puesto que me quedaba para varios meses, alquilé un pequeño apartamento, enfrente justo de mi trabajo y dos pisos por encima de ella; la chica del segundo C.
Un contacto un tanto extraño
Era la primera noche que dormía en el edificio, y al bajar para ir a trabajar escuché una voy amigable a mis espaldas:
– Hola vecino del 4º
Me giro y, digamos que, la estancia en Salamanca paró de ser una estancia a regañadientes. El caso es que, para un saludo básico, empecé a tartamudear hasta el punto en que pensé <esta chica habrá pensado que soy subnormal>. Aún así, ella salió del portal con una gran sonrisa en su rostro.
Mi mente pasó todo el día fantaseando en un segundo encuentro, un segundo encuentro que por supuesto, ella se manchaba las rodillas con la mugre que hubiera en el suelo, y yo cogía agujetas en el abdomen de tanto apretar. ¡Dios!, menudo primer día laboral, vengo como especialista, y me paso el día empalmado. Salgo de mi primer día tarde, ya pasada la hora de cenar, y pienso: hay un bar bajo de casa, hoy ceno allí.
Segundo encuentro
Llego al bar, y pregunto en barra:
– Hola, ¿qué comida típica tenéis en Salamanca?
Con lo que el barman me empieza a decir:
– Hornazo Salamantino, Chanfaina, Bollo Maimón…
Le pido que me haga el que más acertado está para cenar y me contesta, que en este bar no hacen ninguno, que, puede hacerme un bocata de lomo; y de repente escucho a mis espaldas un:
– Hola vecino del 4º.
Una sonrisa se me estampa en la cara, me dirijo a saludarla, y me ofrece sentarme a degustar este bocadillo de lomo.
En la cena, me comenta que esta mañana se ha dejado las llaves dentro del apartamento, y su mente debate si gastarse los 300 euros del servicio de urgencias de un cerrajero o esperar a mañana y solucionarlo por 30.
Me la voy a follar
La invito a pasar la noche en mi salón, y acepta directamente.
– Va, te digo la verdad. Tengo las llaves de mi casa en el bolso, pero, te he dicho que las he perdido para acabar en tu casa, con la banal intención de que me folles. ¿Qué te parece, vecino del 4º?
– Creo que soy demasiado guarro para ti, eso es lo que me parece.
Y entramos en una discusión de besugos de estas tipo, yo más… no yo más… me dejé medio bocata y la invité a que nos midiéramos las fuerzas genitales.
La chica del segundo C en casa del chico del cuarto
Entramos a casa, pongo cada una de mis palmas de las manos sobre las orejas, le doy un pico en la boca, y le digo:
– Dime algo que te parezca bonito de la vida.
– Pez azul.
– De acuerdo; como en toda relación BDSM ya tienes palabra de seguridad, pronúnciala y se paraliza todo, sino, todo vale.
Pone tal cara de cachonda que se le desencaja la cara. Saco un maletín que no he querido dejar en mi casa por si le daba a mi madre por fisgonear en mi habitación, y de él, saco una cuerda y unas esposas. Miro a mi alrededor y veo una mesa camilla de tres patas.
– Voy a atarte a la mesa y voy a follarte a mi antojo. Cualquier duda que tengas, te callas y la descubres mientras suceda.
Le miro la cara, y salivaba de deseo. No puede esconder su excitación, y yo que estoy más cachondo que ella, intento no exteriorizarlo, pero, imagino que algo se me escapa, lo que, crea el ambiente de tensión idea para la gran noche que nos espera.
Le quito la camiseta y el sujetador, le quito el tejano y la ato a la mesa con las bragas puestas; paso mi mano tocando la braga de su entrepierna, y eso está húmedo, muy húmedo.
¿Demasiado nivel para un primer encuentro?
Una vez atada, pregunto con mi mano en su vagina por arriba de las bragas que cuantas veces se va a querer correr.
– Por lo menos dos, ya que esta primera me esta viniendo ya, sólo de pensar en lo que vas a hacerme.
Aproveché el momento para apretar más mi mano contra su coño, y al notar que se corría, aparte a un lado la braga, y, apoyé mi pulgar sobre su ano, notando en él, cada espasmo de su corrida.
Por supuesto, yo en la punta de mi pene tenía el caldo ese del antes del de llover chispea, lo recogí con el mismo pulgar que le había apretado al ano para notar sus espasmos orgásmicos, le metí el dedo gordo dentro de la boca, y le dije:
– Cómetelo y relame el dedo.
Sin rechistar me relamió el dedo mientras me miraba sonriendo.
– Te vas a quedar atada mientras me afeito, no necesito afeitarme, pero quiero que te quedes aquí pensando la que te va a caer.
Me saqué la polla, se la di a chupar, y a los 5 segundos se la quité de la boca:
– Aquí se chupa cuando yo lo digo.
Fui al baño a afeitarme, sin ningunas ganas de ello, pero estaba saliendo tan bien todo, que quise respetar tiempo de aumento de su propia excitación. Me pasé en el baño exactamente 12 minutos y la chica no dijo ni mu.
Ahora si que me la voy a follar
Le pregunté que si quería decir algo, mientras salía desnudo y empalmado del baño, y me contestó:
– Oye, si quieres follarme el culo, por mi vale, pero no me hagas chuparla sin pasar ninguna toallita, ¿vale?
Me reí por bonita, y le dije que se relajara, que simplemente me dejara hacer, a lo que contesto:
– Ufff, que excitación; creo que voy a correrme casi sin que me toques otra vez.
La mamada
Lo que hizo que yo me diera cuenta de que ella no sabía la que le venía encima. Fui al maletín, y saque la cadena anal para darle una deliciosa y más que merecida tortura.
La dejé sobre su espalda, y con mi mano izquierda le abría los glúteos mientras con mi mano derecha le frotaba el coño, pasándole flujo de la vagina al ano, para no tener ni siquiera que usar saliva en ello. Es una cadena anal básica de 10 niveles. Directamente se lo puse al 6, pero no dudo que de entrada ya le hubieran cabido las 10 bolas. Acompaño la entrada de la cadena con un movimiento circular del dedo corazón sobre su clítoris, vagina la cual, no para de contenerse para que no se le caiga otro orgasmo. Me doy cuenta a tiempo, y paralizo la parte de atrás para irme a la de delante. La beso, y le doy un poquito de pene a modo de degustación, aunque ahora sí que me deleito con el placer de recibir la mamada durante 2 o 3 minutos.
Le aparto mi polla de dentro de su boca, desplazo mi pene a tocar mi cadera, suelto mi polla en ese momento, y le abofeteo la cara con mi pene, aun mojado de su saliva.
Primera metida
Con el collar anal a medias, llego y le meto mi polla por el agujero vaginal. Entra sin tocar paredes de lo lubricado y dilatado que está, pero la saco enseguida, ya que aun no noto suficiente en mi pene las bolas del collar. La saco y continúo la operación de meterle el collar, esta vez si, llegando a la décima bola.
Mamada mojada
Con toda mi polla húmeda, me cambio de lado de la mesa para que me chupe lo suyo más lo mio. Sin rechistar se la come enterita. Y me dice:
– No puedo más, necesito caña.
– No te preocupes que ahora vas a ver lo que vale un peine.
El Climax
Saco del maletín el consolador de pinza, se lo amarro a la búsqueda del punto G dentro de la vagina presionando con el pubis, lo enciendo al máximo, le quito el collar anal y se lo cambio por mi polla.
– ¿Suave?
Le pregunto por hacerla un tanto participe.
– No no no no…suave no, a tope.
Empujo de manera potente dos veces y noto sus espasmos orgásmicos en su culo de nuevo, por lo que aprovecho para correrme dentro de su culo.
Una vez acabado, saco el pito y miro como cae el semen que rebosa de su ano, atravesando su clítoris, llegando a hacer charco en el suelo.
El final feliz
La desato y la invito a quedarse a dormir, encendemos la tele, ella apoya su cabeza en mi hombro, ambos miramos la pantalla del televisor, pero a la vez ambos pensamos <vaya tela lo que acaba de pasar>. Nos miramos, sonreímos los dos por lo mismo, ya que ambos sabemos que desde ese mismo momento, ya nada volverá a ser como antes, que hay un antes y un después, y que es el inicio de un algo muy bueno.