Tiempo tenía Maurizio sin tomar vacaciones y sin follar. El cansancio lo venció y decidió que era tiempo de parar en el trabajo y tomarse un tiempo para él, para descansar. Y así lo hizo, pidió sus vacaciones y adiós. Vamos a por diversión se dijo el chaval.
Viaje tropical
El chico decidió irse unos días de vacaciones para un país suramericano. Era italiano y la verdad estaba algo deseoso de ritmo tropical, calorcito, playa caribeña. Preparó su equipaje y sin pensarlo tomó su avión.
Llegó a una isla paradisíaca con unas ganas terribles de echarse al mar y tumbarse en la arena. Su mayor deseo era no pensar. Trataba de descubrir por qué su novia lo había dejado, pero terminó descubriendo otra cosa cuando unos jóvenes le recomendaron que fuera a la calle Mirador, que no podía irse de la isla sin conocer ese sitio.
Sorpresa entre las piernas
La curiosidad de la calle Mirador no lo dejó de perseguir y al día siguiente, ya caída la noche, tomó un taxi y se llegó hasta el lugar. No tardó ni 10 minutos cuando vio el anuncio de un local que decía: «Sorpresa entre tus piernas». Vaya nombre el de este local, de dijo para sus adentros.
Pues nada, se pensó que era un burdel de putas y entró para curiosear, para ver qué tal eran las chicas latinas. Tal vez asó me olvido de Laura, que me dejó como un perro, pensó. Pero nada más al entrar, un hombre corpulento le tapó bien los ojos y Maurizio, para su sorpresa, lejos de asustarse, se estremeció y quiso seguir. Se dejó llevar sin vacilar, creía que tal vez lo llevarían a un espectáculo sorpresa con unas mamacitas bien ricas. Pero no, no era eso.
La mamada del barbas
Sin ver nada, el chico sólo podía sentir manos que le quitaban la camisa, otras que le quitaban el pantalón y lo dejaban en pelotas y una boca con barba que comenzó a lamer su polla sin pedir permiso. Maurizio sabía que un hombre lo estaba chupando y al principio quiso quitarse, «yo no soy gay», gritó, pero pudo más lo rico de la mamada que sus juicios y preferencias sexuales.
Su pene se puso cada vez más duro y grueso y Maurizio se entregó a sentir, se movía, se arqueaba, sudaba. ¡Que rica polla tienes!, le decía el hombre de la barba y el italiano más se excitaba al escuchar eso. «Dios, jamás pensé que la mamada de un hombre fuera tan rica», dijo a punto de estallar en un orgasmo épico.
¡Para que se corre!
El barbudo paró de chupar cuando vio que Maurizio estaba a punto de correrse. Seguido a eso otro chico comenzó a besar a Maurizio en los labios, le metía la lengua y con sus manos tocaba las nalgas del italiano, quien comenzó a gemir y a estremecerse. Estaba descubriendo que lo que le hacían los gay de la calle Mirador le estaba gustando más de la cuenta. Tanto que pidió ser penetrado.
Quiero que me lo metas, decía, que me follen digo, no aguanto más, que rico sois, me tenéis en la mierda de deseo. Si no me falláis ya me corro, gritaba el chaval. Gemir y gemir, manos y besos iban y venían, caricias perversas, lamidas, música, baile, toda una sorpresa entre las piernas del italiano.
Doble orgasmo, y qué orgasmo!
Ante el deseo desenfrenado y desesperado de Mau, el chico que lo besaba le metió la polla a Maurizio, mientras el de la barba retomó la chupada de su pene. Se lo metió duro, con deseo, con ganas, con la fuerza de sus músculos. Dentro de Mauricio se movía como en toro desbocado. ¿Te gusta, te gusta?, ¿quieres que pare?, le gritaba el chico a Mau, quien suplicaba que siguiera. Ya no puedes parar, le decía, quiero más.
Aquello fue un doble festín entre las piernas y el italiano no pudo aguantar más, se corrió en la boca del barbas con una fuerza de titanes y también sintió un orgasmo anal que lo hizo temblar hasta caer de rodillas. Ya en el piso se seguía estremeciendo, de arqueaba, se agarraba la polla y besaba a cada uno de esos hombres que lo habían hecho volar.
Salpicados de semen
Y ahí estaba Maurizio, con dos hombres latinos divinos, bien corpulentos, gruesos, sexuales y sensuales, que le hicieron descubrir que el sexo gay era una cosa del más allá. Pasaron un buen rato entre caricias, tirados en el piso, se olían, se tocaban, seguían los tres salpicados de semen, de deseo, de lujuria. Al rato se vistió, pagó lo que debía por esa noche de placer y se marchó, pero en realidad su deseo era que lo siguieran follando.
“Quiero más”
El italiano volvió todas las noches a la calle Mirador a por sus dos chicos, a por más sexo duro, lamidas, besos. “Quiero más”, se repetía a cada momento, no dejaba de pensar en ellos, en lo rico que la pasó con esos chavales de cuerpos de deseo, atléticos, bien papacitos y bien divinos. Mucho le quedó gustando la mamada del barbas y la penetración del otro joven que lo hizo volar por el culo, que le dio duro, que lo cogió sin piedad.
Otras noches también él jugó a penetrar, se follaban entre los tres, se chupaban, Mau pedía que se corrieran en su boca, en su culo, en su pecho de macho deseoso. Era realmente insaciable. El deseo se hizo indetenible por aquellos días de relax. Ricas vacaciones las de Mauricio, inolvidables. Tan divinas que lo de ex quedó superado y volvió a su país con la intención precisa de buscar más sorpresas gays entre las piernas, entre su culo y entre su boca. Su polla ya no era para mujeres y su culo tampoco. Anhelaba las pollas de barbas y el otro chaval y los recordaba con cada hombre que lograba follarse y disfrutarse hasta llegar al clímax. De ese lugar no volvió jamás.